lunes, 24 de junio de 2013

Un viernes

Los invasores llegaron sin previo aviso, y para quedarse. Creímos que podíamos enfrentarnos a ellos, pero al ver que nuestros hombres caían uno a uno, tuvimos que retroceder, salir corriendo. Otros valientes se quedaron en el frente de batalla para resistir, pero no sabemos qué pasó con ellos. A esas alturas, habíamos corrido muy lejos. Probablemente murieron o fueron capturados.

Nuestro destino era la gran biblioteca. No nos buscarían ahí. En nuestro éxodo nos tocó ver casas incendiadas y saqueadas, aviones bombardeando los verdes jardines, adolescentes guerrilleros peleando con lanzas y botellas de plástico. El gris cielo, conmovido, hizo caer un diluvio para apagar los fuegos.

Quedaba la mitad del camino, y pasamos a un bien abastecido almacén a comprar provisiones para ese día. Nada podía quedar al azar. Estábamos lejos ya de la acción, pero seguíamos huyendo a marcha forzada. Huíamos de la vergüenza de haber dejado morir a nuestros camaradas, huíamos de la derrota frente al misterioso y miserable enemigo. Huíamos de las miradas incrédulas de nuestras madres.

Empezó a oscurecer y el cielo se volvió cáscara de durazno. Nuestro aire fresco contrastaba con el sonido de los bombazos y los megáfonos pidiendo refuerzos. Nosotros éramos libres. Nuestros fusiles botados en un percudido callejón nos dijeron adiós. Íbamos a ser hombres nuevos.

De noche llegamos a la biblioteca. Decenas de oportunistas sumidos en una eterna orgía nos dieron la bienvenida. Ellos serían la esperanza rebelde en el futuro, la resistencia contra un extraño régimen que se nos venía encima. No quisimos participar; teníamos otros planes.

Al margen de todos, sacamos nuestras provisiones, y bebimos botella tras botella simplemente por beber, hasta que no pudimos seguir conversando de corrido, y hasta las risas se entrecortaban. Después, cuando solo unos pocos seguían haciendo ruido, hicimos de un rincón olvidado nuestro meadero, y arruinamos un montón de libros que ahí yacían. Luego buscamos refugio en una montaña de tibias y secas enciclopedias. Cerramos los ojos. Estábamos cansados.

domingo, 20 de enero de 2013

Providencia

--¿Y matarías a alguien por mí?
--Eh… ¿tú decí una persona?
--Sí poh
--Mmm… ¿pero una persona que nos haya hecho algo malo o cualquier persona?
--No poh, cualquiera.
--…Mmmm...    …Yo creo que no sería capaz de matar a nadie, pero...
--¡Ya! ¿Y a ese perro?
--¿A ése? ¿Pa' qué? ¿Qué tiene que ver?
--¡Sí o no!
--¡Pero si no ha hecho nada! Está ahí durmiendo…
--Ya. Cállate.
--No, no lo mataría, o sea...
--Sí, sí. Cállate.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Perfecto

--Oye, ayer estuvo Manuel García en la piscina municipal. Podríamos ir a verlo, y te invito a comer algo, y qué sé yo. ¿Qué te parece?
--Ya, vamos. Jijijijijiji.
--Bacán. Te llamo antes de ayer entonces, para ponernos de acuerdo.

martes, 21 de agosto de 2012

Tú llamaste a la amargura

El otro día estuviste
tocando el timbre;
no quise salir.
Realmente desconozco
por qué lo hiciste,
y por qué dejaste
de tocar el timbre tan pronto.
Pero sólo en el caso
de que hayas venido
por lo que creo que viniste
voy a aclarar algunas cosas
que quizás te eviten
la molestia de volver.

Me contaron que abortaste,
y lo lamento por el bebé.
Si querías una felicitación,
no la vas a tener
porque nunca odié a ese niño;
es a ti a quien no quiero.
No te quiero.

Esperando haber resuelto
tus inquietudes
para que no te acerques más
a mi puerta,
me despido atentamente.

domingo, 12 de agosto de 2012

Stories

--Hoy me dejó plantada…
--Qué coincidencia. Yo planté a alguien hoy
--¿Sí? ¿A quién?
--A la mina de la biblioteca, de quien te hablé el otro día
--¿Por qué lo hiciste?
--Creí que iba a atender hasta tarde, pero no
--¡Qué mal!
--Ahora voy a tener que volver el lunes, y me va a multar por el atraso
--Todo se paga en la vida
--¿Sí? ¿Cuánto te va a pagar tu amigo por dejarte plantada?
--Nada
--¿Entonces?
--De partida, ya no es mi amigo…

jueves, 26 de julio de 2012

Los Perros

-- ¡Hey, colega! ¿Qué hace usted por aquí?... Creo que alguien se equivocó de patio... jejeje… ¿Se le ofrece algo? ¿En qué le puedo ayudar?
-- ¡Aer! ¡¿Qué weá?!
-- No he dicho nada. Permiso.

lunes, 23 de julio de 2012

Carta para la estrella

Querida Laura:

Sé que no querías volver a saber de nosotros, pero no pude evitar escribirte luego de algunas cosas que he visto. Mi padre está bien, pero mamá está cada vez más enferma, quizás deberías volver un día. Así podrías verla, y podríamos conversar. Me gustaría saber si estás bien, cómo te ha ido… ¿Tienes novio? ¿Sigues estudiando? También yo podría viajar para verte. No me costaría nada, en serio, yo aún te quiero mucho. Solo necesito una dirección y estaré ahí.

No sé cómo decir lo que voy a decir. No es culpa de nadie. No quiero asustarte o hacerte sentir mal, pero el otro día, sin querer, me encontré con una de tus películas. Me entristeció mucho, no pude evitar llorar cuando te vi; te veías muy mal, supe que tenía que buscarte de alguna forma. Diego estaba conmigo y también te vio en la pantalla. Temo que pueda contárselo a otras personas y que mamá se entere. No le haría bien. A veces se siente muy sola, Laura, y yo también.

No me gusta verte en esas películas, Laura, no sabía que hacías esas cosas. Por favor respóndeme esta carta. Quiero saber sobre ti… sé que siempre fuiste más linda e inteligente que yo, pero tengo derecho a saber ciertas cosas, no me merezco este sufrimiento y la incertidumbre. A veces te recuerdo y me siento muy mal, quizás todo iría mejor si siguieras acá. Papá empezó a plantar tomates, eran deliciosos pero con el paso de los años todas las plantas del huerto se han secado, porque tú eras quien siempre se encargaba de esas cosas. También hemos tenido que vender el auto... de todos modos estaba bastante destrozado.

Por favor respóndeme y dime que estás bien, que la película fue un error e indícame dónde encontrarte. Espero que esta carta llegue a tus manos. Acá nada es igual sin ti, deberías volver. Intentaré convencer a Diego de que no diga nada, así cuando vuelvas nadie te lo mencionará. Te quiero mucho, soy la persona que más te quiere en el mundo.

Hasta pronto.

lunes, 16 de julio de 2012

Palabras que decía una mirada oculta

Siempre lo supe:
hoy te vas
sin despedirte, sin mirar atrás.
Está bien.
Acá no pasará nada.
Se preocuparán un poco
pero van a entender,
lo sé.
No sé a dónde irás,
pero te deseo suerte
y que no te pregunten
de dónde vienes.

Tus largas piernas se alejan,
me olvidas,
nos dejas.
¡Corre, vuela, de prisa!
Las rejas oxidadas,
las hojas secas sin barrer,
el caucho hirviente de los neumáticos
de un Chevrolet
te dicen adiós… ¡Adiós!
Siempre lo supe:
estás partiendo
y no estás pensando en mí.

Vas a ser libre,
te van a adorar
allá en el futuro.
Algún bus te llevará lejos
y me olvidarás.
Espero que te quedes allá
y no tengas que volver
llorando, dando explicaciones.
Siempre lo supe:
que eras distinta
que lo bueno no dura,
que algún días tenías que escapar.

Allá en el futuro te esperan
con luces y todo,
y no sé lo que harás,
y no quiero saberlo.
Yo me quedo con la mugre en las uñas,
con el miedo y la fiebre
en la casa de siempre
y más solo que nunca.
Se alejan de mí esos labios de azufre
y ya no los diviso,
¡Tan lejos se han ido!
Siempre lo supe.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Canción de mañana y nunca

Este verano; otro frío invierno
‘Quizás debiéramos volver a vernos’
tácito olvido, agria aspereza
‘Tú dime hora, lugar y fecha’
Ahí estaré

y si te tienta la indiferencia
sabré qué hacer

Se acerca el tiempo de las miradas
‘Tanto tiempo, se te extrañaba’
y las palabras, y el desengaño
‘Por aquí llueve casi todo el año’
Ya se acabó

tal vez distancia, motivos varios
¿O fue el reloj?

Cuántos recuerdos de cada lado
Cuántas historias no hemos contado
‘Cambian las cosas, ya no es lo mismo’
vidas distintas hemos vivido
‘No podrá ser’

Ya no hay camino
que me conduzca hasta tu piel

‘Se me ha hecho tarde, me voy a casa’
te veré nunca, o quizás mañana
‘Hasta la vista, fue bueno verte’
no me arrepiento de este accidente
‘Va a lloviznar’

entre la gente
las gotas caen una vez más.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ratón

Yo nunca me muevo. Encierro mi gris cuerpo en mi pequeña y gris caverna y no corro a aventurar; espero. Espero la condena, espero el gris fracaso que dé muerte a mi carrera, que dé muerte a mis sospechas, que dé muerte a toda espera.

Yo nunca muero. Mueren las circunstancias, se muere de a poco el cuerpo, tu belleza con el tiempo. Todo se pudre por aquí; no, no me muevo ¡Jamás! Soy un cobarde y no aventuro en valles encantados, temeroso del futuro soy bastardo de bastardos. ¡Hasta cuándo!

Aún espero tu visita. Pocas cosas han cambiado.

Desde las profundidades que me alojan y me acechan, turbias, densas, duras y estrechas, me escondo en esta niebla que acaricia la infinita condena de no tenerte, no buscarte; ser parte del reparto que da vida a otras escenas, lejos, afuera.

En mi espejo vi un ratón y volteé para encontrarlo, pero sólo encontré piedras, vil maleza, sucios trapos. Alrededor. Fríos. Unánimes. Pero sigue apareciendo el ratón en el espejo, y huele a ratón en mi caverna. ¿Es que acaso seré yo?

“No hay nada que hacer al respecto”… ¡Soy el ratón!

Yo nunca duermo. Firmemente en la vigilia escribo intentos de cuentos sin mirarme, sutil en la esperanza. ¡Dime quiénes! ¿Quién ocupa mi lugar? ¿Quién da vida a tus mañanas? ¡No te abatiré en la noche! ¡Porque soy el ratón! ¡Lo grito, lo niego! ¿Lo oyes?

Me alimento de recuerdos, especulación, despecho, miradas que no fueron, sonrisas que robaron, moco, tiña, estoy atrapado. En esos brazos. Que no me sienten. Que se acostumbran, que se acomodan. Con otra gente. ¿Saldrás a darme muerte con tu escoba? Sí.

Y correrá la sangre de nuestra historia (que nació sin vida).

jueves, 10 de noviembre de 2011

Anécdota

--¿Te conté que el papá del ex-cuñado de un primo mío se llamaba Enónito?
--No ¿Por qué? ¿Debería interesarme?
--Es que una vez lo acompañé al supermercad-...
--¡Ah! ¡Me cargan los supermercados! ¡Odio el dinero, odio este puto país!
--¡No! ¡Pero calmao!... Lo acompañé al supermercado, poh, y...
--¡Sí, weón, sí, ya dijiste eso!
--¡Oh, el weón denso! ¿Somos amigos o no? ¡Déjame terminar! ¡Te quiero contar una weá graciosa, loco!
--¡Voh no tenís gracia! Por eso no tenís mina, aweonao.
--Igual me he comido más minas que tú...
--Porque tampoco tenís estómago, saco de weas. ¡Ojalá te morái!
--¡Oh, el weón pesao! ¿Me vai a dejar contar la historia o no?
--¡Cuenta tu weá luego, Mierda!
--Estab... ¿Pero por qué me tenís que tratar así? ¡Yo no tengo la culpa de que...
--¿Vai a contar o no?
--¡Ya, weón, ya! Estábamos en el supermercado con él, poh, y el viejo pagó con RedComp-...
--¡Ah, no!... ¡El viejo culiao burgués! ¡Ojalá se muera!
--¡Pero, weón, no me interrump-...!
--¡Prosigue, feo de mierda!
--Puta, y como decía, pagó con RedCompra, poh, ¡y cachái que la cajera le dijo "Don Enanito", poh weón! ...Y se llamaba Enónito, poh, weón... ¡y le dijeron Enanito!
...
¿Buena o no? ¡Bueena! ¿Ah?
--Fome tu weá, hijo de perra. Voh no merecís tu condición humana.
--¡Tu mamá es fome, weón!
--¿Ah, sí? Ya, chao contigo, weón. Uno te lo da todo, compadre, ¡y voh agradecís insultando a mi madre! Chao, no más, chao para siempre.
--Oye, pero no te vayái, weón, somos amigos... ¡Oye! ¡Somos amigos!
...
¡Oye! ¡Oye!
...
...
¡Chucha! ¿Y ahora, qué?
...

miércoles, 17 de agosto de 2011

Les gustaría...

A: ¿Y? ¿Revisaste el contrato nuevo?
B: Sí, señor, parece estar todo en orden esta vez.
A: ¿Seguro?
B: Mmm… sí… tal como pidió la última vez, usted podrá diseñar las cubiertas y portadas de sus libros a todo color… y recibe el 90% del dinero por concepto de ventas y promoción…
A: …Aunque igual ese 90 se podría convertir en un 92,5…
C: Oh, por favor, Gerardo, no te pongas tan difícil… en Ediciones Patito hemos seguido todas tus exigencias… ¡Te queremos en el equipo! Ya hemos negociado durante 4 meses… te pido que hagas un esfuerzo y te unas a nuestra familia…
A: Ay, no sé… acuérdate que me han estado llamando desde Buenos Aires y Barcelona…
C: ¡Por favor! ¡Te ofrecen 10 millones menos! Además, recuerda que nosotros trabajamos con las escritoras más lindas e impresionables del medio local…
A: Ehh, sí… parece razonable… ¡Aunque no sé si me queda tiempo para más mujeres!
B y C: ¡Jajajajajajajaja!
B: ¡Es usted muy gracioso, señor Mallea!
C: Ay, Gerardo… ¡Eres letal! ¡Un día de estos, nos vas a matar de la risa a todos!

A: ¿Y qué hay de los Ferrari que me prometieron la última vez, Duncan?
B: Están estipulados… uno rojo y uno negro, señor.
C: El amarillo no estaba disponible… pero nos comprometemos a tenerlo en un plazo de dos meses…
A: Tú sabes que no me gusta la impuntualidad…
C: ¡Pero la cabaña en Plymouth está lista!
A: No sé, leí sobre otra ciudad que parecía mejor… Kendal creo que se llamaba… pero, bueno…
C: Eso se puede conversar en el futuro... lo importante es que ahora firmes el contrato. Está todo listo.
A: Mmmm… ¿Qué me dices, Duncan?
B: Llegó el momento de firmar, señor, y de pagar mis jugosos 4 meses revisando todos esos contratos de mierda…
A: Bien, entonces firmo aquí… y aquí… listo… y me voy, estoy llegando tarde a mi cita con la presidenta de Noruega…
B: Nos vamos entonces, la limosina nos está esperando. Adiós.
C: Adiós, Gerardo, muchas gracias por todo. Adiós, Duncan.
A: Chao, pescao.

C: Aló, ¿Don Heriberto? ¡Lo conseguí! ¡Hemos dado el golpe!
D: Excelente, camarada. ¡Has salvado a la Editorial!

FIN

martes, 16 de agosto de 2011

Cuático

Soy hombre muerto. Ahí viene. Cagué.

Para qué levantarse del asiento, estoy condenado. Es que nunca puedo tomar el control de mí mismo… quizás debería tomarme las pastillas que encontré el otro día… si no, nadie se las va a tomar y sería un desperdicio, no sé… Para qué fingir que estoy ocupado, si de todos modos va a venir… para qué mirarla, si se va a cruzar delante de mis ojos súbitamente y sin remedio, porque nada malo puede pasarle, porque no tiene culpa de nada, porque lo hizo todo bien. Para qué huir, si es inútil, si va a volver a pasar de todos modos. Mejor la enfrento, mejor la espero con firmeza y asumo la gravedad del presente inexorable… Prefiero ponerme rojo una vez que naranjo treinta veces. No va a ser más de un minuto… y luego tal vez seré libre, o no. No. ¿Y qué? ¿Acaso tengo alguna alternativa? ¡Mierda!

-¡Hola!
-Buenas, ¿Cómo estás?
-¡Súper bien! ¿Y tú? ¡Tanto tiempo!
-Bien…
-¡Oye! Estoy apurada, pero tenemos que vernos un día de estos… ¡Tengo un montón de cosas que contarte!
-¿Ah, sí? ¿En serio? Sí… yo también… bueno, por ahí hablamos con más tiempo… que estés bien…
-¡Chao! ¡Cuídate mucho, te quiero!
-Hasta la próxima… yo igual, nos vemos…

Ya se va. Mierda. Estuvo cerca. Un día de estos, lo dejo todo botado y, qué sé yo… me voy a México… ¡Bravo! Me parece un buen plan… sí, me voy a México...

jueves, 28 de abril de 2011

Blanca

Blanca se parecía mucho a su madre, a quien no conocí bien porque murió joven. A Blanquita en todo caso no le importó; desde que se quedó a vivir conmigo no la volvió a ver. En realidad, nunca tuve claro si a ella le importaba algo más que su propia existencia; sé que a mí sólo me mostraba afecto cuando quería conseguir algo, pero aún así, la quise siempre, le hablaba con cariño, la buscaba y me atreví a considerarla amiga mía. También dormíamos juntos cuando ella quería. Yo le di todo, jamás me pidió nada, yo pensaba en el futuro, yo me preocupaba del presente. Blanca nunca se cuestionó nada o durmió atormentada por terribles dudas, ni se entristeció por el sufrimiento de otro ni tuvo obligaciones. Libre de irse cuando quisiera, no me dejó ni por un día. Me gusta pensar que me quería, que yo significaba algo realmente para ella. Yo la quise mucho, pero también la envidié, porque me gustaba su vida, habría querido yo que algún ingenuo velara por mí y me diera una vida tan fácil. Pero a Blanca no le importaba.

Nos faltó tiempo, y tal vez por eso, creo poder entender su frialdad, y quiero creer que su actitud fue comprensible. Imagino lo que habría sido estar más tiempo juntos: quizás me habría dado alguna muestra de cariño.

Lamentablemente murió joven. Tal como a su madre, la atropellaron, probablemente algún taxista impune, no lo sé, no pude descifrar el asunto. Habría deseado embalsamar a Blanca después de su muerte, pero su estado era tan lamentable que tuve que enterrarla en el patio de atrás simplemente, con crucecita de madera y todo, a modo de lápida. Sobre sus restos, crecieron hermosas flores amarillas, así que la recuerdo todas las semanas, cuando riego el jardín. Buscaré el próximo verano a alguien que pueda sustituirla; tal vez sea demasiado pronto, pero a ella no le habría importado.

lunes, 25 de abril de 2011

La cirugía

-Scotty Boy y Joselito caminaban por senderos inciertos, no sabían a dónde iban, entre aplausos y tropiezos, jugando a saberse únicos y libres, como todos y como nadie. Pero a veces, las almas libres dudan, fallan… y también sufren y pagan el precio de la vida enjaulada, pierden el equilibrio y no hay reacción posible que pueda amortiguar la terrible caída...-

-¡Cuidado, weón!
-AAAAAHHHHHH!!!!
-Oh, ¡Mierda, weón! ¿Tai bien, weón?
-AAAAHHHHHH, AAAAGGHHHH, sí, AHHHH!!!!!!
-¡Oh, weón! ¡Espera! ¡Tu brazo!
-AAAAAaaahh… ¡Chucha!
-¡Weón! ¡Te hiciste mierda!
-Ay… Ah, sí, weón, si caché, tengo el hueso como salido, perro.
-¡Weón! ¡Lo tení terrible afuera! De aquí lo veo...
-Oh, puta, cagué…
-¡Te vai a desangrar, weón! Hay que llamar a Help! y volá.
-¡No, loco! Si mi vieja se entera, nunca más salgo de la casa… De más que tiene arreglo…
-Ya, ¿y como querí arreglarlo?
-Ah, déjame pensar, perro… ¿En tu casa no hay nadie? ¡Podemos ir al taller de tu viejo!
-Pero, ¡Puta, weón, vamos a dejar las bicis aquí!
-¡Da lo mismo, weón, si vamos a estar al frente! ¡Mírame el brazo!
-Ya, weón, vamos al toque, sin llorar. Te levanto… 1, 2, 3, ¡arriba!
-¡Aggggh! ¡Oh, conchetumare, vale! ¡Andando!...
Oh, weón, falta mucho…
Ay, weón…
¡Tengo el codo entero morao!
¡Qué hice, weón!... Oh, abre la puerta, ábrela…
-Ya, weón, ponte ahí en la entrada del taller. Voy a traer alcohol y povidona y weás.


… Ya, weón, ¿Qué querí hacer?
-¿Qué herramientas hay, weón?
-A ver… deja ver… hay… una lija, martillo, alicate… serrucho, esta weá que es pa soldar…
- ¿Y tení máscara pa soldar?
-No, mi viejo la prestó… huincha, taladro, llave inglesa…
-Pico, ya basta… Martíllame el brazo, perro.
-¡Ni cagando, weón, te voy a dejar peor! Mejor llamemos a Help!... Tu vieja igual va a saber…
-¡Porfa, weón, soy tu amigo! Si vi una weá así en la tele y el weón se recuperaba… ¡Porfa!
-Puta, ya, weón, pero no respondo por nada… tú me decí cuándo; estoy listo.
-Apunta acá y cuando yo te diga, martillái hacia arriba.
-Ya, pero sin morirte, weón…
-A la 1, a las 2… ¡y a las 3!

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡Chucha, chucha, chucha!
- ¿Tai bien, weón?
-¡Cagué, weón, duele caleta! ¡Conchesumare! ¡Tení sangre en la cara, perro!
-Mira, weón, no se ve el hueso, ¡parece que lo arreglamos!… el brazo está un poco raro, no más.
-Ta un poco más morado, weón, pero si lo tapo no se nota.
-Mmmm… hay que darle algunos meses, pero me tinca que nos fue bien, weón.
-Ya no puedo doblar el brazo, perro… dame un trapo pa' la sangre, y ayuda a levantarme.
-Toma.
-Me voy pa' mi casa, perro.
-Calmao, con ese trapo y esa tabla te voy a entablillar la weá pa que se arregle más luego… ¡Ponlo!
-Ta dormido, weón, no siento nada... jajaja…
-Ya, weón, cambia los trapos en la noche, mantenlo entablillado cuando duermas.
-¿Por qué, weón?
-No sé, así me mejoré del esguince en el dedo del pie, perro.
-Oh, weón, pesa caleta tu tabla, weón… pásame un polerón… mañana te lo pago.
-Te paso el que estoy usando, es lo más grueso que tengo… póntelo.
-Dale… pasa a buscar las bicis, weón, me voy a dormir un rato, ojalá que mi vieja no cache.
-Ya, perro, de ahí llamái y contái qué onda… nos vemos.
-¡Chao!

-Al día siguiente, Scotty Boy le confesó todo a su madre, cuando ésta le preguntó por las misteriosas manchas de sangre que habían aparecido por toda la casa. Los cirujanos tuvieron que implantar 15 pernos (de los que no se encuentran en un taller mecánico) a lo largo de todo el brazo de Scotty para iniciar una larga y dolorosa recuperación. Joselito y Scotty Boy aún son amigos, y se reúnen cada semana a ver los partidos de AC Milan por TV. Ya no andan en bicicleta juntos.- FIN

martes, 31 de agosto de 2010

No quiero matar este poema con un título ingenioso

Antes
había que aclarar tantas cosas,
había tanto por hacer,
tantas sonrisas solas que compartir
y lágrimas perdidas que encontrar.

Pero ya pasó, pasó,
y lo malo que pasó nunca pasó,
y lo bueno que pasó
se quedó lejos,
antes que ahora, por ahí.

Antes había esperanza y derrota,
los cielos amarillentos
estaban tan lejos,
intentando tocarme, mecerse
sobre mí.

Ahora estoy contigo
y quizás debí haber llegado antes
a tus pies,
y evitarte mi ausencia
por un largo tiempo.

En estrofas de cinco
versos cortos
no puedo expresar bien
lo que se perdió en la lejanía,
lo que no te di.

Lo que no te di.
Lo que me guardé.
Y hoy parece una realidad.
Lo que no te di.
Lo que no te di.

Mañana será otro día,
y forjaremos un final feliz
a toda costa,
antes de que se haga más tarde
y nos volvamos a perder de vista.

Forjaremos un final feliz
al que no podremos volver,
y que no se podrá recordar después.
Un final feliz
antes de pensar en otras cosas.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El incidente de la zapatería

-Buenas.
-Hola ¿qué se te ofrece?
-Bueno, me preguntaba si vende películas soft porno.
-No, flaco, yo arreglo zapatos.
-Okei... Es que, de todos modos, no quiero porno duro, quiero soft porno no más...
-No, no, no, acá arreglamos zapatos, no hay south porno. ¿Algo más?
-Ehh, quiero esa… es pornografía, gente en pelota, ¿me entiende? pero no es tan...
-Hijo, no vendo películas, reparo calzado.
-Ah, chuta, disculpe, de haberlo sabido habría traído zapatillas de repuesto y le pasaría las que tengo puestas. Están re-malas ¿lo nota?
-Sí, están re-malas, pero tampoco arreglo zapatillas. Sólo tengo implementos para zapatos. De hombre y mujer, zapatos.
-Ah, pero bueno, yo quería...
-¡¡¡¡Oh, que hace calor, perrito!!!! Voy a hacerme un fanschop ¿Querí un vaso?
-No... ¿Tiene soft porno? Significa “porno suave”, es como pornografía pero...
-¡Ándate, conchetumare!

martes, 27 de julio de 2010

Del asfalto nace nuestra única lucha

¿Sabes? Creo que nosotros jamás brillamos, ni por ausencia ni por presencia, no fuimos luminarias esplendorosas como crees. Sobre las aceras sofocadas por multitudes grises, oh, nosotros. Tú y yo no fuimos más que piedras filosas en el lecho de asfalto, aunque quisimos ser sobresalientes amapolas. ¿Recuerdas a la dama con anillos de diamantes? Se quedó clavada en mi memoria, porque soy como ella.

Y a pesar de que tú, niña, y yo, nos sentimos perdidos en tantos lugares que visitamos y no encontramos paz en la ciudad, bien sabes que las multitudes grises también sufren, también buscan, también fueron niños y salieron a jugar. No te sientas tan única. Tal vez cada uno de esos hombres percudidos tenga un anhelo, tal vez cada uno de ellos tiene a una niña y sentimientos de amapola. Seguramente, sólo es cuestión de entender y escuchar, querer para que, en el trance de este terrible choque con la verdad, nos sintamos preciosos de nuevo; creamos que las piedras son tan lindas como la amapola, que todo se llena de amor propio, mientras olvidamos todas las atrocidades e injusticias que nos atormentan y no nos dejan ser felices. Estoy seguro de que no es tan estúpido como suena, quizás nacimos para ésto.

Ayer, ayer, ayer. Visité mi propio funeral. Estaba lleno de gente. No hay demasiadas amapolas como para llenar un funeral. Mi funeral estaba repleto. Tú también estabas ahí, y no eras más que un fragmento lloroso, y yo, yo llegué y me vi rodeado. No somos tan únicos, niña, no somos amapolas, somos pedazos de ciudad, flores silvestres y domesticadas buscando un jardín lejano. No está en esta ciudad, no sé si está en esta vida.

lunes, 31 de mayo de 2010

Crudo y rancio

Despertó en el sillón como a las 7 PM. Era una tarde feísima, con el cielo color ladrillo. Su lengua le sabía a azufre y sus ojos estaban nublados por el vapor viciado del salón. Miró por la ventana, palidecida por las cortinas, y sonrió, mostrando sus dientes casi anaranjados. Estaba hediondo y lagañoso, la nariz llena de mocos y la piel con sebo, también estaba mal afeitado… y bueno, todas las cosas malas que te puedas imaginar se posaban sobre su pobre humanidad, vestida con una sudadera debidamente sudada y pantalones rotos, tan rotos que parecían papel higiénico usado. Abrió el refrigerador y un panorama vacío se presentó ante él, pero había leche. Ésta era una caja de leche importada desde Bolivia, abierta hacía quién sabe cuánto tiempo. No se molestó en hacerla pasar por un vaso, la bebió como pudo, mientras miraba por la ventana, que tragaba una luz cada vez menos luminosa, más y más turbia por la caída del sol y el humo de las fábricas. Era feliz nuestro personaje viviendo así, sonreía a menudo con un aspecto terrible, y alimentaba con generosidad al pajarillo cautivo en la esquina del cuarto. De vez en cuando se asomaba a la ventana, impaciente, ansioso como un niño esperando un regalo. Se saboreaba los crecientes bigotes y sus ojos brillaban cuando volteaba a ver el colorido reloj de su madre. Cuando la leche se acabó, y ante su pericia por beber más, la vieja caja hizo un sonido desagradable, como el último gruñido de un cerdo cuando lo van a destazar. Dejó la caja retorcida entre la basura sobre la mesa de centro. De pronto, mientras miraba concienzudamente por la ventana, ante la tardanza de la cotidiana salida de su vecina a caminar, ocurrió algo extraño: Su vecina, llamada Blanca, salió, pero en lugar de caminar se quedó en posición de espera, en la acera frente a su casa. Ante la posibilidad de mirarla por más tiempo, el observador se maravilló de tal forma que, de pronto, no pareció tan repugnante como era, de pronto pareció una persona normal, un noble enamorado más estudiando a su doncella. Incluso pensó en salir y decirle que caminara junto a él esa tarde… pero no, tempranamente rompió la ilusión la llegada de un amigo de Blanca, un rubio que nunca había visto nuestro despreciable protagonista, y ¿Qué pasó? Claro, Blanca y el rubio se besaron, y salieron a caminar de la mano. Desencajado, el engendro no enloqueció ni se suicidó ni salió corriendo de su casa profesándole amor a Blanca. Simplemente, cogió una toalla sollozando y se fue a bañar.

El peor de los pecados

¡Muérete! ¡Mueeereee!
¡Ah, mierda, muere!
¿Por qué no te morís luego?
¡MÚERETE!
¡¡¡¡¡Aaaaahhhhhhhhh, maldita!!!!!
...
...
...

¡Cielos! Esa mosca sí que amaba vivir...

Yggahs

1.- Tú quieres que te hable, querida; me dices que estás cansada y sola, que te hable de cualquier cosa, y entonces yo te hablo de las cosas que habla la gente…
Pero quiero ser artista y considerarme creador de mundos, y si no temiera ser juzgado como un idiota e indeseable, yo te hablaría de esta clase de cosas:

2.- Yggahs, la rama
(que nunca pudo decir algo)


Cierto día de primavera yo me encontraba sentado en una banca como de plaza, bajo un árbol, muy solo, pensando en matarme, proyectando la vida de los demás sin mí. De pronto, una ramita del árbol cayó al lado mío, sobre el espacio desocupado de la banca. Me alegré un poco, y me dieron ganas de quedarme ahí sentado, y la bauticé como Yggahs. Compartí con ella el atardecer y vimos juntos la puesta de sol, le agradecí su compañía y lloré, con ella siempre a mi lado. Era una ramita muy verde, pero debí entender que pese a su belleza y gratitud, nunca podría sentir lo que yo sentía por ella, o por ti, o por las demás. Me levanté fríamente del asiento y la dejé sola en la banca, quizás lamentando haber renunciado a su vida en el árbol por mí y extrañando a sus amiguitas ramas. Nunca olvidaré a Yggahs, la amiga que me hizo recordar la belleza de la humanidad. Un día triste, la fui a visitar a la banca y no la encontré, se había ido, probablemente con alguien. Me senté ahí, pero ninguna rama bajó a hacerme compañía, y nadie vino a mi encuentro. Fue la tarde más sola y desgraciada que puedo recordar

3.- ¿Me amas?

4.- Si me ves sonreír, no me creas… No me creas nada.

jueves, 29 de octubre de 2009

Transtemporal

Los oídos sangrantes, la consciencia caída; es sólo un cuerpo en reposo sobre un enorme vertedero. Metálicas sus vestiduras, de algodón su corazón; la memoria lo golpea con más fuerza cada día. Las pesadillas lo atormentan y sus músculos ceden ante la ira de un pasado que lo tortura.

Sus recuerdos lo llevan a una era muy lejana, prados verdes y flores rojas como la sangre misma, castillos gigantescos y reyes bondadosos que todo lo ofrecían a sus súbditos. Las nubes eran blancas como nieve suspendida y la tierra tenía un hermoso aroma. Ahí floreció un amor incomparable entre él y una princesa enmascarada.

Hoy él está perdido, sin rumbo ni destino. En casa sólo le aguarda la comida sin sabor que sale de las bolsas y una cama demasiado suave para un hombre tan sencillo. No duerme bien ni quiere dormir, pero aún así quisiera nunca despertar para ver la puta realidad. Cuando abre los ojos sólo ve un cielo gris y un montón de sueños rotos.

Su memoria lo lleva una vez más al colorido pasado: Abrazos y dulces besos, momentos breves que conducirían a un final inesperado. Ella se fue sin más, en las profundidades de un lago la encontraron. Él enloqueció, sin saber qué hacer; se ocultó en su maldita calma, la oscurísima verdad le aterraba.

Volvemos al presente para verlo sufrir, entre androides y cemento fresco, en un mundo que él no entiende. ¡Carne grasosa de mierda! ¡Agua con sabor a peste! ¿Es que ya no hay nada en este mundo que algún dios pueda ofrecerle? Ya no hay falsas doncellas ni magos que ofrezcan felicidad. Ya no hay nada para él.

Sus últimos recuerdos en el pasado lejano son tristes. Sus amigos no entendían, sólo fingían que los asuntos ajenos les interesaban, decían unas palabras amables y quedaban contentos. No podía seguir así, todo quedó en blanco. Cerró los ojos y pensó en huir, sólo huir a cualquier parte, otro tiempo, otro mundo.

Apareció aquí, en un mundo de locos, donde nadie entiende a nadie y se vive en un ocaso constante. Los días se hacen eternos, parece un buen lugar para descansar. Pero algunos como él nunca podrán detenerse, tendrán que vivir la condena de aquello que nunca pudo ocurrir. Algunos lo llaman suerte, para otros es destino. Por mucho que busque, él nunca lo sabrá con certeza. Simplemente seguirá perdido, en un tiempo perdido y en un mundo perdido.

A Arnaldo Allende.

martes, 6 de octubre de 2009

BLUFF

Los esnobs vinieron a hacer de las suyas al mundo de los que estábamos out; ahora estamos súper bien, pero no hacemos nada y nos arreglamos la chasquilla a cada rato. Parece que ellos lo hicieron… ¿Te has fijado que les gustan las mismas películas, la misma música y siempre están juntos? Cuando se fueron, los despedimos como libertadores.

Todos eran compatriotas nuestros, pero se creían europeos o algo por el estilo. Hicieron de las suyas: trajeron el insomnio a los soñadores, a los perros les dieron humildad, las aves tienen casas que cuelgan del cinturón de asteroides. ¿Te conté que ahora el cielo es rosado? Es lo peor de la vida, es atrozmente blando y tiene un sabor muy hostil. La arena es áspera y los astutos ratones híper desarrollados se comieron mis zapatos y mi lengua. Mi pluma, que un día encontré en la playa, escribe sobre cartón llovido. Pero me sorprende lo ingrata que es la tinta transparente. Vivo en una casa sin paredes, igual que todos mis vecinos. Cada noche hay una persona nueva durmiendo en mi cama.

En la TV nos repiten lo hermosos que somos, parece que somos hermosos. En la radio cantan canciones que hablan del amor y las artes, tal parece que todo aquello está muy de moda. Los libros contienen mundos locos, incoherentes como lo que estás leyendo, así que no los leo porque no soy un tarado. Algo nos falta, fui a la tienda y no lo encontré, algo nos falta, algo que tuvimos. Hoy en la calle me llamaron ‘raro’. Parece que soy ‘raro’. Me encantaría ser realmente ‘raro’.

Te contaré lo que quiero. Quiero jugar a la escondida, a ver si puedo esconderme en el pasado; cierro los ojos y cuento hasta veinte, a ver si los horribles monstruos se empequeñecen hasta desaparecer en el armario; quiero inventar una cura para todo, pero que tenga buen sabor, para ver si me dejan de doler los testículos, ¡Oh, doloridos testículos! ¿Cuándo dejaréis de esbozar vuestro canto fúnebre y sonámbulo! Antes de finalizar, quiero gritar mi nombre, a ver si aparezco por fin, a ver si me encuentro y vuelvo a ser yo. A ver si me abrazo y me reto por haberme desaparecido tanto tiempo.

Esta carta no tiene remitente ni asunto ni nada de eso (olvidé los otros componentes de una carta), pero imagino que llegará a tus manos. Trae azúcar, trae sueños, trae números, trae humanidad, trae tus defectos, muchos defectos. Yo te estaré esperando para que me des una porción de cada cosa y pueda volver a jugar, cerrar los ojos, contar, crear y gritar...

domingo, 4 de octubre de 2009

Hervir agua

Llenar de agua la tetera constituía un placer especial para ella. Primero usó el encendedor para crear el milagro del fuego en la cocina y, con sus pequeñas y delicadas manos, puso el recipiente lleno sobre las llamas. Sus ojos brillaban con cierta ansiedad mirando el reloj, y su rostro, algo oscurecido, lucía inquieto con sublimes rasgos de adrenalina. Los segundos pasaban, el agua se calentaba de a poco, pestañeaba y pestañeaba; parecía que sus arregladísimas pestañas jugueteaban locamente con su piel. No podía sentarse, no podía moverse, estaba encadenada a esa cocina y al sonido sordo –y obviamente ciego- que producía el roce del fuego. Luego de ocho minutos, una leve sensación de vapor de agua empezó a contactar los ondulados cabellos de la mujer. No esperó un segundo más. Cogió la tetera con sus suaves dedos y depositó un poco de agua en una taza barata y descuidada –pero indiscutiblemente limpia- que portaba en su interior una bolsa de té. Una vez ubicada la taza sobre un platillo y una cuchara al costado de la taza, fue al comedor a completar la merienda, ya que todo lo demás estaba oportunamente dispuesto. Camino a la mesa, se encontró con una sorpresa: su marido había ingresado hacía unos segundos, silenciosamente, por la puerta. Ante esto, ella se esmeró en poner en su lugar la taza y luego sonrió indicándole al hombre que debía sentarse. Él sonrió también, y se saludaron dándose un grato beso. Una vez que el esposo se sentó en la mesa con mucho agrado, la mujer hizo una extraña especie de reverencia y salió al patio, prendió un cigarrillo y se sentó en una silla de mimbre mirando al horizonte. Esa noche dormiría tranquila, no habría gritos ni magulladuras. Nada mal.

sábado, 19 de septiembre de 2009

No rapsodia no bohemia

Mamá, maté a mi muela; todo fue muy lento, pero no pude reaccionar. No puedo volver sobre mis pasos, no sirve mirar hacia atrás. Nada se puede hacer, nadar contra la corriente es el precio a pagar por mis errores. No te veré llorar, yo sé que nadie llorará; ellos no lo entenderán, dirán que sólo es algo más, sólo una piedra sobre el césped del camino.

Perdóname, mamá. ¡No podré cumplir tantas promesas! Todo recién empezaba, pero ya nada será igual, las cosas han cambiado y así se quedarán. Sé que querías un genio, sólo un hombre de bien para este mundo de maldad, pero yo, mamá, no sé si podré resistir, no sé si podré perdonar, no sé si aprendí la lección. Mi muela no volverá si hago la guerra o vivo en paz. No volverá.

Tenías razón, mamá. ¡Tanto pensar en mi venganza! ¡Tanto engendrar revolución, jugar a la felicidad! ¡Los sueños no me dieron ni un centavo! Quizás mi crimen fue creer que había algo más allá de nuestras manos. Mi condena será vivir con estas malditas ganas de vivir que se aferran a mis pasos. Mañana me despertarás con otro beso acogedor, más allá de la ventana, la lluvia se anunciará y mi muela se perderá entre aguas turbias. Sé que a ti no te importará, pero no me perdonaré hasta convertirme en polvo, cuando no existan verdades, nada más que lamentar, cuando nada realmente importe.

lunes, 17 de agosto de 2009

La Visita del Olvido

Mis ojos se están secando, lloran y lloran, pero siguen secos. Nadie en casa, una y otra vez te busco, pero no, parece que te perdí en lo profundo de algún sueño nebuloso.

Parece que ya te llevó, parece que estoy solo otra vez. El olvido. El olvido lo hizo, mientras yo nada hacía, y sigue ahí, me persigue por los pasillos, apacible, y me dice que soy lento, que me va a alcanzar, que tendrá que empezar todo de nuevo.

¿Por qué es tan rápido? ¿Por qué ha decidido venir por mí, como evidencia y testimonio de esta infame muerte que me persigue? Otra vez me alcanza, lo siento acercarse, susurrarme al oído “Vivirás”. Es imposible huir, imposible gritar, porque ha vuelto el olvido, tal como yo volveré a ser tierra. “Serás testigo de mi misericordia, me quedaré contigo, te observaré, te extenderé mi mano cuando quieras soledad, cuando fracases, cuando te llenes de ira seré tu amigo; volaré con otro desdichado cuando por fin lo merezcas”. No le hablé, no dije nada, porque el olvido no escucha, no entiende, sólo imparte justicia entre quienes viven en la oscuridad, y entre quienes se han difuminado en la luz de sus vidas. El olvido no indulta, no es azaroso, no hace preguntas inútiles. Sólo aparece de pronto, nos respira en la nuca, y es entonces que nos damos cuenta del tiempo perdido. En definitiva, no le hablé, me encerré otra vez, busqué un buen comienzo, otro buen comienzo. Koko Stambuk lanzará disco solista. Lo gritaré a los cuatro vientos. Que el olvido nos perdone a los dos.

jueves, 23 de julio de 2009

Plan 9 desde el balcón.

Voy a ser el Edward Wood de los cuentos.

Mírame en una tarde joven, mojada de Julio. “Llueve a la antigua”, dirían esos antiguos que se fueron. Voy a apagar esa caja infernal, voy a dejar de esperar el Rin-Rin, mírame, mirando al balcón, parece que saldré a ver qué pasa. Ya no me mires, que me avergüenzo de mirar a esas dos jovencitas bajo la misma sombrilla, compartiéndola como mujeres amistosas. La acera contiene tanta agua, parece una piscina. Debería intentarlo, debería saltar, a ver si me sumerjo en un estanque infinito. Mejor las miro, se están besando. "Míralas, ellas son lo que no queremos ser, ellas desordenan, ellas no sirven". Todo lo que me dijeron era mentira, ellas son la salvación, me distraen del infierno a su alrededor. “Cabros de mierda” dirían esos cabros reprimidos que se convirtieron en "viejos de mierda".

Espera, suena el teléfono, lo iré a contestar, quizás sí, quizás esta vez sí. Levanto el aparato, ¿Qué me dice? “Hola, soy Lucas Barrios, si querés participar en el sorteo de una camio-…” No haré comentarios, no haré comentarios. Ahí está el balcón invitándome una vez más, iré a ver qué me tiene que contar. Míralas, ahí están de nuevo, esta vez en la esquina, se están despidiendo. Una de ellas se va. Se acabó su espectáculo libidinoso, me aburro. Voy a saltar. “Colorín colorado” dirían esos cuentistas que murieron. Mira a esa lesbiana observándome en la mitad de la calle, mientras se aleja de su amada, se distrae conmigo, al parecer le llaman la atención los suicidas. Mira a ese auto, son los señores carabineros en un patrullaje de rutina, mira como la atropellan por andar paveando, por andar mirando lo que no le importa, igual a mí, que la estuve mirando, mientras no me mataba. “Es la otra cara del espejo” diría alguien que se cree importante. No quiero que me involucren, yo nunca estuve, yo nunca quise saltar, yo me oculto. ¡Mira a mi maldita humanidad escondiéndose otra vez! Desde aquí escucho el llanto de la mujer amante, ¿Cuántas me habrían llorado de esa manera?

Mírame solo esa noche, ya retiraron el cuerpo, no hubo escándalo, nadie lo supo, desapareció la mujer de la sombrilla, no hay culpables. ¿Se habría armado revuelo si yo me hubiese lanzado a tiempo para evitar la tragedia? Hoy no podré dormir, ni al día siguiente, ni todos los que sigan al siguiente. ¿Cuántas noches felices habría vivido la mujer que yace en la morgue? Suena el teléfono, espero que no me llamen otra vez para saber del atropello.
-Aló, ¿Quién es?
-¿Eduardo? Soy yo, Gabi.
-¿Por qué llamas cuando ya se ha desatado la tragedia sobre tantas vidas?
-No sé de qué hablas, mira, sólo te llamo para decirte que reconsideré las cosas. Eduardo, yo sé que tú… -Cuelgo el teléfono, no quiero escucharla.
Por alguna razón no quiero volver a escucharla.

No quiero volver a levantarme de este sofá, mandaré a demoler ese balcón para evitar otra tragedia.

martes, 14 de julio de 2009

Las Horas Largas

A menudo te he visto caminar por aquí,
ligera y solitaria como el paso del tiempo;
tus huellas se borran de manera tan fácil
que parece que fueras un espectro de brisa.

¿Cuántas veces pasaste y yo no te vi?
¿Acaso te llevan los corceles del viento?
Tus ojos son tan tristes y tu mirada tan frágil,
que con sólo mirarte temo hacerte trizas.

Tu silueta dejó a mis palabras vacías,
atentas para actuar ante cualquier imprevisto;
se escaparon, huyeron, y ahora eres el objeto
de este joven cuentista y su mediocre poesía.

¿Dónde estabas en aquellos buenos días?
¿Por qué apareces ahora, sin previo aviso?
¿Qué escondes? Dime qué estás haciendo:
¿Por qué vienes ahora a interrumpir mi agonía?

¿A qué lugar te diriges, espíritu errante?
¿Por qué me saludas con actitud amistosa?
Tu soledad me inquieta, me absorbe, me intriga:
¿Te dormiste en los rieles de algún tren olvidado?

Se disipan mis dudas en aquellos instantes,
en que tú te distingues de entre todas las cosas;
parece que en esas horas se congela mi vida
y tú pareces una rosa descansando en el prado.

lunes, 6 de julio de 2009

Estás Muerto: 1º Parte

Todos me miran de lejos, como si viralmente se hubieran enterado de mi destino. Caprichosos son los motivos que me han traído a este escenario en este sexto piso, cerca de mi sala, y no tengo ánimo de contarlos… ¿Por qué hablo tan formal?

¡Ay! Me siento muy incómodo. Garrido me dijo que más o menos a esta hora nos encontraríamos, y que yo tendría suerte si podía volver a pararme.

Bueno, no lo veo, iré al pasillo de mi sala, a ver si allá estoy más tranquilo. Mientras camino escucho la voz de Nico…
-¡Estás muerto, Mallea!...
No es la única voz que lo dice, oigo varias que repiten lo mismo, algunas de ex-compañeros, otras vienen de perfectos desconocidos… ¿Es que no se puede mantener un secreto en este puto colegio?. Tengo que saludar a alguien ¿A quién?... Ahí está Barrientos, él nunca se burlaría de mí, me acercaré a él para cruzar algunas palabras y fingir que estoy tranquilo.
-¡Hola, Barrientos! ¿Cómo estás?
-Hola, yo bien ¿y tú?
-Súper bien… ¿Qué? ¿Tienen prueba?
-Emmm… sí…
¿Es idea mía o este silencio se hace muy largo? Mejor me voy.
-Bueno, nos vemos, ¡tengo cosas que hacer!
-Chao.
¡Guau! ¿Eso fue todo? No puedo creer que me encuentre caminando hacia mi pasillo otra vez… ¡Eso pareció otra de mis vacías conversaciones de Messenger! En todo caso, se notó que él ya sabe lo de Garrido y yo. Siendo de otra forma, me habría hablado de algo, no sé, ¡me siento tan solo!

Ya, parece que Garrido no va a aparecer, mejor entro a mi sala.
-¡Oiga! ¡Usted! Todavía no puede entrar a las salas, las tengo con llave, ahora salga del pasillo, que no he autorizado a nadie a entrar.
-¡Ah! Disculpe, inspector, es que nunca llego a esta hora.
¡Mierda! ¿Por qué me vine tan temprano? ¡Ah! Ahora voy a tener que estar deambulando… ¿Y si llega Garrido? No sé qué voy a hacer… No me quedará más que enfrentar como hombre lo que provoqué. ¡Uh! Espera. Ahí viene el Bulnes, él sabrá aconsejarme.
-Hola, David
-Buenas, ¿Cómo estamos?
-Bien, bien… Aquí… ¿Te acuerdas de lo que te conté del huevón que me quería pegar?
-Obvio que me acuerdo, ¡Tenís que sacarle la chucha!
-Huevón, me va a sacar la cresta. Es de tercero, es más alto que yo y más pesado.
-Emmm… No sé, ahí lo arreglas, chao que estís bien… Me voy a mi sala.
-Negro, no se puede entrar. El inspector no deja.
-Bueno… Emmm… Entonces me quedaré en el baño hasta que abran la sala.

¡Qué marica más grande! Si me muero, ojalá que se sienta culpable. Ni siquiera se despide. No quiero ir a ninguna parte, estoy bien aquí, al lado de estas escaleras. No quiero que nadie me vea, además, si Garrido sube, va a subir por el otro lado. ¿Quién es ese? ¡Camilo!... Este no me va a dejar solo.
-¡Camilo! ¡Qué gusto verte! –me sorprende lo exagerado que soy en estas situaciones.
-Hola, Mallea… Se suponía que estabas muerto.
-No, hombre… Oye, acompáñame un rato, es que si llega Garrido quiero estar acompañado.
-Dale, esperémoslo, de más que te arrancas o lo solucionas a la buena.
Mientras me dice esto, me siento bastante cobarde.
Camilo continúa:
-Oye, pero vamos a donde haya mejor vista de la otra escalera… Tal vez ya esté acá.
-Vamos. –digo, mientras finjo valentía.
Mientras caminamos, anhelo secretamente que Garrido no esté, que no llegue, que se haya olvidado de todo. Camilo dice un par de cosas que no entiendo por la ansiedad.
Por fin tenemos una perspectiva completa de nuestro piso.

Ahí está. Es Garrido, recién ha subido, está preguntando por mí. Estoy mirando a Camilo mientras guardo silencio.
-Huevón, enfréntalo, no seas gallina. -me dice.
-¡Pero es que me va a golpear, Camilo, me va a golpear! –me imagino lo amanerado que debe sonar eso.
-Ya, anda, huevón, te está mirando. ¡Todos te están mirando!
Mierda, tengo que ir.


Continuará

viernes, 19 de junio de 2009

Cualquier Carta de Junio

Aquí me tienes otra vez, fuera del anonimato de la ficción una vez más, reflexionando otra vez, declarándome otra vez, nuevamente solo.

Cualquier carta anónima e informal de Junio.

Nuestra despedida fue como una estocada en lo profundo de tu pecho. No fue lindo verte caer, fue una imagen horrible e indeseable, mezclada con mis sentimientos más sinceros, tal vez algo de odio hacia mí, a ti y a la situación, y un poco de pavor, sabiendo que lo que está por venir no es fácil. Te juro que hasta esa tarde, cada momento contigo fue hermoso. Te juro que esa tarde quise enterrarme y no volver a estar en ninguna parte. Espero que no nos separemos nunca más, pero esto tiene que ser así. Mi destino me está buscando y en este momento me siento salpicado por muchísima mierda. Saber que fue mi decisión sólo hace las cosas más difíciles.

Tú caíste esta vez. Tú has desaparecido esta vez, pero yo, yo sigo conmigo mismo y estoy entero. Tengo que correr, tengo que gritar, y hacer tantas cosas que no pude hacer cuando estuve a tiempo. Aunque te parezca irónico, me siento muy libre desde aquel maldito día, tengo en mente hacer muchas cosas, y me he librado de ese miedo al fracaso del que tanto te hablé. Ahora que no estás, realmente siento que no corro ningún riesgo cuando me lanzo a la tómbola del azar. Soy libre, no estoy arrepentido, tal vez sólo un poco más loco. Pero, Constanza, nunca creas que te he dejado atrás, porque mis oídos siempre estarán dispuestos a oírte, mis ojos siempre se sentirán felices de verte y la puerta de mi casa seguirá abierta para ti. Jamás dudes de mí, porque, al menos a tu lado, soy verdadero.

Te deseo buena suerte, y espero que, si quieres olvidar, lo hagas. También deseo que las cosas vuelvan a salirme bien. Ahora tengo mucho qué pensar y hacer; aún tenemos 15 ¿te acuerdas? …Ya vendrá otra mujer…

viernes, 29 de mayo de 2009

Animal Nocturno

Esta era una noche muy joven. Era una fiesta en mi casa, estábamos bebiendo y fumando todo lo que estaba a nuestro alcance. Sentado junto a los demás, en un lugar aleatorio del piso, perdí mis esperanzas temporalmente, pero mi borrosa vista me permitió divisar una última botella de algún licor oscuro. Intenté levantarme para beber de ese brebaje, pero fui incapaz de mantenerme en pie; amargado y triste, quise dormir, pero ante mi sorpresa, fui testigo de un espectáculo magnífico: el licor oscuro de la botella se convirtió en un extraño ñandú multicolor, que salió del recipiente, me miró desafiante y huyó corriendo, dejando una cálida estela a su paso, que contenía todos los colores imaginables. Una fuerza maravillosa me permitió responder al reto del plumífero. Salí de mi casa y seguí su pista; el ñandú se movía con soltura sobre los tejados de las casas. Desde la calle, yo lo miraba y lo desafiaba a bajar y enfrentarme; sin embargo, el animal no hacía más que correr rumbo a la playa. De pronto pensé que cuando el ñandú llegara a la playa, sería presa fácil, así que guardé silencio y lo seguí con sigilo. Mis planes eran ciertos: el ñandú bajó de los tejados y pisaba ya la arena de la bahía. Cuando llegué al lugar, la bestia se mostraba tímida, ambivalente; sonreí y me lancé hacia él, sin embargo, el ñandú se lanzó al mar. En ese momento pensé que el ave me había vencido, pero el ñandú no tardó en desesperarse y debió volver rápidamente a la orilla. Así las cosas, no fue difícil propinarle las 45 estocadas que eran necesarias para matarlo. Busqué trozos de madera errantes en las cercanías y con ellos hice una inmensa fogata. Cocinaría al ñandú e iría a casa… Algo salió terriblemente mal.

Hoy he amanecido en una habitación de hospital, con una resaca insoportable; doctores y policías me han rodeado toda la mañana. Sólo un detective se ha acercado a mí, para decirme que estoy acusado de quemar mi propia casa (¿quién me acusaría por eso?) luego de intentar ahogar a una mujer en la bañera y actuar de forma agresiva y bipolar (¿frente a un grupo de borrachos?). Escuché atónito todos los “presuntos cargos” que me imputaba el detective. Cuando él me permitió hacerle un par de preguntas, sólo atiné a hacer preguntas sobre el color de los ñandúes, y sobre el estado de la playa de la ciudad. Él respondió tímidamente que no hay ñandúes ni playa en Santiago. No supe si reír o llorar.

domingo, 3 de mayo de 2009

Clásico de Sábado

Barcelona.
Sábado 20 de noviembre de 2004.

Antoni miró el taxímetro y se dio cuenta de que marcaba todo lo que podían pagar; le hizo una seña a Iñaki, luego le dio el dinero al conductor y ambos bajaron del taxi. Aún les quedaba un buen trecho caminando, estaban a varios metros de la Universidad Politécnica. Era una tarde fría, pero aún así, Iñaki sólo llevaba encima su camiseta azul y granate, mientras que Antoni, mejor abrigado, estaba usando, encima de su camiseta, una chaqueta verde y su cuello estaba cubierto por su preciada bufanda, que entre los colores del F.C. Barcelona, enunciaba la leyenda “BRIGATE ROSSOBLU”. Caminaban con cierto optimismo, confiando en que su equipo derrotaría a los forasteros que venían de Madrid. Antoni había sufrido y gozado dos veces en su vida, de dieciséis años, la sensación de vivir un derbi desde las gradas. No podía esperar para estar ahí de nuevo.

Cinco minutos habían caminado sin hablar hasta que Antoni rompió el silencio:
-Tres a cero, seguro que el Barça gana tres a cero. Eto’o va a hacer dos y Ronaldinho va a hacer uno-.
Iñaki sólo hizo un gesto positivo con la cabeza, sonriendo. Luego guardaron silencio otra vez. Antoni tampoco estaba interesado en hablar. Tenía suficientes problemas y prefería refugiarse en si mismo. De pronto recordó todo lo que aquella semana le había hecho sentir. Recordó a Catalina diciéndole que quería seguir siendo sólo su amiga, el día anterior; recordó a su hermana menor, embarazada sin que sus padres lo supieran; recordó a su gato que el día anterior había aparecido muerto; su madre llorando por alguna razón desconocida y, finalmente, recordó a su abuela, susurrándole improperios en catalán, por ser distraído. Ese sábado, Antoni iba a apostar todas sus cartas en esa cancha. Antoni sintió que su suerte podía cambiar.

Antoni despertó de su letargo cuando estaba a pasos de entrar al Camp Nou. Podía sentirse el furor de los 96.905 espectadores que visitaron el estadio ese día, 96.905 almas que, tal vez, apostaron una semana de su vida ese sábado, 96.905 problemas, 96.905 pasiones concentradas en el mismo lugar, en el mismo partido de fútbol. 96.905 personas serían historia. Antes de pasar por la boletería, Iñaki se persignó; Antoni, por su parte, hizo lo mismo. Dios no estaría interesado en ese evento, pero habría ángeles jugando en esa cancha de fútbol, e imágenes demoníacas vestidas de blanco, tratando de marcar para el Real Madrid. Había mucho en juego esa noche. Ambos entraron a las instalaciones del estadio de fútbol más grande de Europa y se perdieron entre la multitud.

Pasaron cerca de 2 horas y media, y todos salían del estadio. Entre la masa, podían ser vistos. Ahí estaban Iñaki y Antoni: parecían personas totalmente distintas a las que habían entrado al Camp Nou hacía un rato. Iñaki tenía frío y quería vomitar pero sonreía, y Antoni era una persona feliz. Barcelona había ganado tres a cero y, a pesar de que el pronóstico de Antoni no había sido perfecto, el no podía sentirse más alegre.

La noche pasó y, al otro día, Antoni despertó. Yo no recuerdo el clima del 21 de noviembre de ese año -ni en Santiago ni en Barcelona-, pero Antoni no necesitó mirar el cielo para saberlo y recordarlo por siempre, porque para él salió el sol y fue un día hermoso. Apenas abrió los ojos, Antoni se sintió agradecido por poder vivir ese domingo y creyó que el sábado 20 de noviembre del año 2004 había sido el mejor día de su vida.

lunes, 16 de marzo de 2009

Tal Para Cual

Míralo: Ese, el de la camiseta negra, tirado en el pasto ahí abajo. Sí, ese. Se llama Luis, yo era su mejor amigo. ¿Lo viste?

En un día despejado, que ya se volvía noche, yo le presenté a Mónica. Nunca creí que se llevarían bien, mucho menos pensé en lo que pasaría después. Ya sabes lo que pasó. ¡Son tan felices! Me encantaría que Mónica no sufriera. Tú puedes ver lo feliz que está ahora y yo no quiero ser un aguafiestas, pero tú lo sabes: dinero es dinero.

Míralos. Sí, ella es la que está a su lado, se nota que lo ama. Nunca me expliqué el éxito de Luis con las mujeres. Es una lástima que no tenga la misma suerte en los negocios. ¡Míralos, hombre! No puedo creer que estén aquí, frente a mi propia casa; serían una excelente pareja; Es una lástima que el bastardo me haya fregado con los cheques. Tú me conoces, sabes que no disfruto con esto; los amo, tú sabes que los amo, pero no puedo fallarle al jefe. No puedes imaginar el dolor que siento, pero esto tiene que ser así.

No tengo el valor para hacerlo. Aquí está el maletín. Son billetes grandes, te lo aseguro, ya lo corroborarás; luego te entregaré los pasajes de avión. Ahora, aprieta el gatillo y terminemos con esto.

viernes, 13 de marzo de 2009

NO LLORES AHORA

No llores ahora, que me enredas el alma. Mañana, ella vendrá. Reza porque no te encuentre así: lloriqueando como marica y haciéndome llorar también a mí. Tú me lo has contado, a mí, que no sé nada. Tú buscabas consejos y yo sólo te presté mis oídos, para que te oyeran, y luego mi cuerpo, para recibir tu abrazo de angustia. Por favor no me agradezcas.

Ahora no; no llores ahora ni me abraces. Me declaro incapaz de darte un consuelo decente: Al primer contacto me uniré a tu llanto, que es lo único que siento, pues si he conocido realmente el amor y el dolor en la vida, ha sido por tus relatos sangrantes. Es demasiado el favor que me haces al contarme tu historia, no cuentes conmigo, no soy nadie. Alma en pena, no vengas a mí.

Vete a dormir, no llores esta noche; ya vendrán otras lunas para recibirlas sufriendo o volver a reír. Mañana ella vendrá con nosotros, no vendrá sola y lo sabes; yo sé que no te gustará tener los ojos de vidrio cuando llegue el momento, la oportunidad de cambiar tu retorcido destino. Olvida ese dolor que te encierra y libérate. No puedo ir más allá de las palabras. Tan sólo limpia tus ojos: será sólo un día. Luego, te juro que estaré a tu lado y podremos llorar los dos juntos, todo el tiempo que quieras, como amigos.

viernes, 6 de marzo de 2009

Retrospección

Consuelo era encantadora. Solíamos conversar tardes enteras. Nunca me cansé de ella, y ella siempre oía con paciencia todo lo que yo tenía que decir. Yo hablaba de esto y de aquello, creyendo que cada cosa que me sucedía era de suma importancia. Ella lucía siempre humilde y sumisa, su piel era melancólicamente pálida. Venía al parque con esos enigmáticos anteojos oscuros puestos y pocas veces se los quitaba. Cada vez que tuve la oportunidad de ver sus ojos quedé inexplicablemente perplejo, tentado, maldito, mientras mi boca continuaba hablando idioteces. Su cabello era claro y resplandeciente; yo lo confundía con el cielo cuando el sol empezaba a ocultarse. A pesar de mi verborrea incansable, ella tenía la habilidad de hablarme: Me hablaba de sus amigas, su casa, sus problemas, su gato, su vida. Cada palabra, cada sonido que su boca reproducía era un monumento a la sencillez, quizás también a la inocencia: La inocencia de quien podía haberlo tenido todo y que, sin embargo, se encontraba allí conmigo, compartiendo sus desventuras. Claro que yo no notaba eso entonces. Tal vez estaba perdido en su mirada; tal vez pensé que ella nunca se iría. Un día nublado, ella no vino a verme, ni al siguiente, ni en todo ese año, ni en este. Cada día en que ella no estaba fue un martirio. Hoy dejé de esperarla. Tal vez ella comprendió por fin que yo era un pendejo, un tonto maravillado simplemente por una apariencia de mujer perfecta. Quizás las descubrió: su perfección, su belleza. Tal vez pudo verlo todo y corrió a buscar su verdadero destino. Ese destino que no habría podido encontrar conmigo en ese banquillo de plaza. Ese destino que yo y mis problemas de niño insignificantes no habríamos podido divisar jamás. Sé que no volverá. Su lugar nunca debió ser ese parque, a la sombra del árbol. Sólo deseo que se encuentre bien.

lunes, 2 de marzo de 2009

Payaso

No por el dinero, sólo por amor al arte,
el payaso puso fin a su actuación.
Ni aplausos ni risas eran los de antes;
todo había cambiado, también su traje y su voz.

El payaso cumplió, se despidió y corrió
sin la rapidez de antaño, para salir de escena.
Luego se encerró, solo, en el tocador
para despejar su rostro con agua sucia y crema.

No tardó en salir sin su maquillaje
y acudió al llamado del dueño del circo.
Ya juntos los dos, el jefe dijo con coraje:
“Buena presentación, tengo que decirlo,
pero ya sabemos que no eres el de antes;
ve a buscar tus cosas, quedas despedido;
te dará tu cheque la señora Carmen.
¡Suerte! ¡Que Dios ilumine tu destino!”

El payaso siguió las órdenes del hombre
y de forma humilde se despidió de todos.
Se alejó del circo en un bus enorme,
para que un mago joven ocupara su trono.

Llegando a su casa las lágrimas brotaron,
no podía ocultar que estaba destrozado.
Ahora debía esconderse para ser olvidado.
Cuarenta años de circo eran parte del pasado.

Se acabó la función junto con el verano
y las fotos de su hogar tenían sabor amargo:
Días llenos de risas, una familia feliz;
ilusiones fantasmales que dejaron de existir.
¿Qué le esperaría por el resto del año?
¿Todo se quebraría, como lámina de mármol?
Sólo el lo sabía, lo sabe y lo sabrá,
un día partió hacia el norte y no lo vimos más.

viernes, 23 de enero de 2009

Fading

No cortes, no me dejes, sólo quédate ahí, desde donde estás sintiendo mi susurro. No me importa lo terrenal, sé que lo entiendes, yo te amo a ti, a esta inmensidad que nos separa y a esta maldita interferencia que es todo lo que tengo ahora de ti, y que me hace sentirte aún más lejos, dulce interferencia, dulce incertidumbre. No puedo oírte ni puedo saber si me hablas, yo te estoy hablando, aunque tus oídos no me escuchan, pero tu sabes que estoy aquí, y que en cierta forma siempre he estado contigo, que tú sigues siendo alguien y que somos algo. Somos algo aún. En mí vive la esperanza de que sepas que estoy contigo. Desde la inmensidad de lo tangible estoy contigo. No quiero perderte. Jamás desaparezca este zumbido incesante, jamás deje de separarnos la eternidad, jamás termine la última transmisión, así tenga que yacer por siempre siendo esclavo del mismo sonido, tu incierto silencio cada vez más pleno. Hasta que llegue mi momento, antes de ti. Antes de ti. Déjame soñar. Oigo en el vacío y no sé si estás aún, pero aún eres, siempre serás, porque siempre estaré contigo en cualquier forma. Déjame tener esa certeza.

No te vayas, no te vayas, dame hasta tu última palabra, tu último latido, tu última molécula de aire, el último vuelo de tus veintiún gramos de alma, y una vez que ese dolor inefable haya pasado por mí, sé que me observarás, hasta que sea mi turno y el último oído que me haya escuchado empiece a olvidarme. Entonces estaré contigo más que nunca y nada nos separará por fin, déjame tener fe en que algo saldrá bien. Quiero creer que me escuchas. Déjame creer que no me has dejado para siempre. Déjame soñar.

jueves, 15 de enero de 2009

Comunión

Nos dijeron que viviéramos al compás de los otros, que así nos esperaría un esplendoroso futuro. Cinco años pasaron y jamás te dejé, ni tú a mí, ni siquiera mis ojos desde los tuyos emprendieron vuelo. Los otros nos miraban, sin entrometerse entre nuestras miradas, se retorcían en su miseria, sabían quienes éramos. Te juré sin palabras que jamás te dejaría e intenté cumplirlo, solo contra todos ellos. Pero lograron alejarme de ti, me abatieron y te perdí. Otro día desperté. Sólo había vacío alrededor. No estabas tú, ellos estaban ahí, pero yo estaba sólo. Ellos dijeron que yo sería feliz si te olvidaba, me amaban, ellos me amaban. No les puse atención a ellos, ni al tiempo que destruía todo lo que podía ver. Como sólo me rodeaba el vacío, sólo después de muchos minutos pude darme cuenta de mi ceguera, había perdido mis ojos. Supuse que por eso no podría estar contigo jamás, tampoco podría llorar por ti ni buscarte. A la sombra del limbo sólo me tuve a mi, mis promesas rotas y a ese universo que sólo tenía sabor a ti. Deseé estar sordo también para no escucharlos hablar de amor, y perder el gusto para no saborear el vacío en el universo. Sólo deseaba volver a ti, y ellos, al verme tan triste, al amarme, sólo me llevaron hacia ti, así de simple fue todo. Hasta que por fin estuviste conmigo sólo quise verte, hasta que me ubicaron donde todo había terminado para nosotros, tú estabas ahí. Pude sentir mis ojos otra vez, siempre habían estado contigo, nunca se alejaron de los tuyos, tus ojos tan hermosos que pude ver de nuevo, y cada vez pude ver más hasta que nos unimos y fuimos el universo los dos, el universo que siempre fuiste tú para mí. Y nunca volví a verlos a ellos, ni a los otros, ni otra cosa que no fuéramos tú y yo, sólo tus ojos, el universo, sólo tú y yo.

El Final será Feliz

Deja de sufrir, descansa corazón,
el final será feliz, yo te lo prometo,
ahí estaré, fundiendo todo mi amor
en un eterno, imborrable y gran "Te quiero".

Yo no olvidaré tus lágrimas al Sol
que no alumbra nada en este breve firmamento.
Nadie te librará de mi furtiva bendición;
olvida desengaños, llantos y lamentos.

Haré que vueles libre, como un ruiseñor,
parecerá lejano hasta el más mínimo tormento.
De mi impagable deuda, hoy abono esta canción,
aunque pague lo que pague, sé que seguiré debiendo.

Tú gratificaste mis momentos con humor
y me llenaste de ira cuando tuviste que hacerlo.
Nuestra dura historia y tu ímpetu de gladiador
tendrán un final feliz, yo me encargaré de eso.

Iluminas muchos versos con tu sencillez,
sin querer eres farol en esta noche negra.
En tu gran aventura, soy un sabueso fiel
que trae un final feliz para está gran odisea.

No lo olvides nunca, jamás me vas a perder,
ni siquiera la muerte me alejará de tu silueta,
cuando la noche se perpetue, la oscuridad seré
y seré tu misma sombra cuando la luz haga presencia.

Las noches serán tranquilas bajo un manto de cometas,
los momentos serán tan dulces que parecerán de miel,
el final será feliz, desaparecerán todas las penas,
el universo brillará y tú lo harás también.

Perdona las amarguras, los odios, mis ofensas,
todo desaparecerá, será perfecto esta vez,
este poema no es igual a todas mis promesas,
el final será feliz. Este juramento no lo romperé.

Fin

"...Y fueron felices para siempre." enunció milagrosamente una voz divina, ignorando que el cuento de hadas tenía que terminar.

domingo, 14 de diciembre de 2008

El Lugar de las Emociones

Te seguí hasta tu departamento, en ese asqueroso edificio, donde vives merecidamente, por hacerme amarte tanto. Te vi cerrar la puerta y sentí que había llegado a mi ambiente. Hablé con el guardia, de larga barba blanca y ropajes milenarios; le di todo mi dinero y mis pertenencias metálicas, pidiéndole que me dejara vivir ahí por siempre. Él estuvo de acuerdo y me asignó la única habitación del último piso. Como el edificio no posee ascensor, debí recorrer la infinidad de peldaños de las despedazadas escaleras hasta que ya no había un lugar más alto en el edificio, sólo una puerta transparente que sobresalía entre los opacos muros. Entré a mi nuevo hogar, para jamás salir de ahí vivo. Las paredes y el suelo habían sido pintados con el color del cielo y lucían ilusiones e ideas increíbles que algún artista olvidado plasmó antes de encontrar la muerte. Nunca miré el techo, no recuerdo cómo era, nunca concebí una altura superior a aquella que dominaba. Los extraños designios que el antiguo morador perpetuó me hicieron soñar y vivir lo inesperable. Recibí las visitas más emocionantes: un día recibí al líder de alguna misteriosa secta circense, para luego compartir tertulias con los más importantes íconos vanguardistas europeos. Todo era sobrenatural en la modesta habitación, siempre iluminada por cierta luciérnaga omnipresente que nunca dejó de existir. No era yo capaz de distinguir un momento de otro, ni el día de la noche, ni el sueño de lo real. Cada día lo terminaba ebrio, ebrio de sensaciones inexplicables, irrepetibles. Entregado a esa voluntad incomparable, dejé de esperar tu llamada, y cuando ésta llegó, continuamente, cada cierto período de tiempo, no supe responder, no acudí. Un día, luego de despachar a un simpático hombre que no logró venderme su árbol rosa, sentí que lo había vivido todo, que no volvería a despertar ahí. Sólo dejé la puerta abierta, para que la curiosidad te condujera al interior, y cuando te vi, encantada, adentro, simplemente cerré la puerta por fuera y dejé que te impregnaras de felicidad, y de mi esencia, que te acompañaría por siempre. Di media vuelta y no te volví a ver.

AL NIÑO QUE ENLOQUECIÓ DE AMOR

A oscuro y ebrio destino han llegado
las sensaciones que el falso amanecer inspiró.
El pajarillo quiso volar de inmediato,
ignorando la fragilidad del corazón.

El viaje no prosperó y no hubo regreso al nido,
no tuviste perdón, flor de amor que no fue flor;
en el limbo de la pasión has caído,
rodeado de quienes no entendieron ese amor.

En tu ingrata realidad, enloqueciste finalmente,
no aguantaste más a la engañosa luz de luna
ni el impasible silencio de tu inerte confidente.

¿Y ese amor puro? ¿Acaso ya no lo sientes?
Sólo el poeta y tú lo saben, además de tu locura.
Sólo quedan campanadas lejanas y el final inminente.

sábado, 13 de diciembre de 2008

UN PASEO POR SANTIAGO

Camino por mi ciudad un largo trecho
para evitar sucumbir en el metro.
Mientras doy pasos largos, yo pienso:
"¿Es mi idea o el ambiente es muy denso?".

Soleado y colorido es el cielo,
el calor es agobiante y perverso,
busco en mi bolsillo lo poco que tengo
para comprar en un quiosco un refresco,
pero éste es tan dulce, dañino y espeso
que sólo hace el sudor más intenso.

Veo delincuentes que roban a luz de Sol,
y en la otra acera a jueces que no castigan,
ruego no ser atrapado por esa contradicción,
quiero seguir retratando a Santiago en un día.
Veo perros inmundos que corren, ladran y orinan
junto a vagabundos que son la ley en su esquina.
También padres de familia, queriendo trabajar,
mohicanos teñidos de furia en el bandejón central.

Este es el joven y glorioso Santiago,
puedo verlo parado, a la sombra de un árbol.
A ratos, turistas y la ciudad pintoresca, sonriendo,
luego un par de inmigrantes, llorando en su ghetto.
Mientras camino, me auspicia el sonido urbano
y los edificios monstruosos, de altísimos muros.
Reflexiono: Si hay sencillez y humildad en tus manos,
verás a Santiago, detrás de sus lentes oscuros.

Camino todavía, junto a casonas coloniales
opacadas por los fríos gigantes de concreto,
las penas de la gente, al Sol, parecen más reales
y las escasas sonrisas se pueden notar a lo lejos.
El cerro Santa Lucía alumbra con verdor mi camino
y parece un irónico recuerdo de que el color existe;
frente a él, un gran cartel que invita al consumismo,
frente a mí, las aceras del Santiago inconfundible.

Paseo en armonía, a ritmo contínuo, paso a paso,
bajo un ocaso florido y sobre colillas de cigarros.
Dentro de mí, la comida que las calles me ofrecen
y fuera, el humo que emanan las industrias libremente,
el amor de dos seres que se besan en la boca
y toda la pasión que esta gran ciudad evoca.

Con paciencia, espero un bus, con asientos,
que me haga volver a recorrer el sendero
que he vivido, y que impregna todo lo que hago,
y me lleve a casa, para desear volver a Santiago.

jueves, 4 de diciembre de 2008

32 Versos por el Verano

Quiero que sea Verano para ponerme a escribir,
mirar por mi ventana y ver al Sol, y a ti,
verte siendo libre, pelo al viento, sonrisa de miel,
y ver el espejo, enamorado, igual a mí se puede ver.

Espero el Verano, para encerrarme en mi hogar,
morir de calor, vivir por ti, desear estar afuera,
después salir, brindar y saborear nuestra libertad,
dormir luego de un día largo, pensando en lo que queda.

Sólo pido vivir este Verano como yo quiera,
que lo malo se muera, que las nubes se esfumen,
que camines cerca, que me mires siquiera,
que las ganas me sobren, que los sueños abunden.

Siento que el Verano es necesario, ¡un largo Verano!
para fatigarme del mundo y volver al televisor,
tirarme al suelo y sentir que el reloj corre en vano,
¡Quiero vivir todo eso!, ¡qué gran satisfacción!

Deseo el Verano con toda el alma, para soñar simplemente,
con amar, llorar, reir, besar tus finas manos,
ser felices los dos, temerle en serio a la muerte,
teñirme entero de cielo, vivir también tu Verano.

Quiero vivir el Verano y emborracharme con helado;
y bailar un nuevo ritmo, por cada nueva hora
tararear sin ningún sentido, contigo siempre a mi lado,
nuevas energías derrochadas, nuevas canciónes de moda.

¡Que venga el Verano!, ¡De éxtasis y melancolía!,
de bombitas de agua, ¡unas veinte por día!,
compartir lujosamente la sencillez de una piscina;
llamar a mis amigos y decirles que eres mía.

El Verano se acerca, con sus anécdotas y risas...
Amanecer en la calle sin nada, por lo menos con vida,
y luego sólo una convicción que llena y reanima:
Después de ese Verano vienen muchos todavía.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Cielo Agoniza

Ha caído la noche,
viene el temporal,
mi voz le responde
al grito del mar;
ya sólo escombros
quedan de mi altar
y veo que tu rostro
me quiere llevar.

La pena y el llanto
corren por mis venas,
y no me levanto,
vendrá la gangrena.

¡Qué pena se siente!
el mundo me ignora,
los sueños pendientes
mis lágrimas añoran.

Soy como un soldado
caído en batalla,
no importan mis actos,
tú eres mi medalla;
el cielo agoniza,
no quiero llorar,
apenas te siento,
tal vez ya no estás.

El cielo agoniza
y ya no hay palabras,
tus ojos me miran,
se escapa mi alma.

En unos momentos
la transmisión cesa,
todos los pigmentos
en negro se quedan.

Mis ojos se borran
y ya no te encuentro,
no percibo tu aroma
ni tus sentimientos;
el cielo agoniza,
sé que ya no hay más,
quiero ver tu sonrisa,
observarte y amar.

Entre los vientos puros,
asoma el huracán,
tu voz no la escucho,
tengo que marchar.

El cielo agoniza,
pronto no existirá,
el vacío se avecina,
ha llegado el final.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Antes del Crepúsculo

Verlos besarse, amarse, ser felices,
todo eso se hace insoportable para ti;
las primaveras coloridas, para ti son tan grises
junto a ellos, tus amigos, y su amor sin fin.

Tu esperanza silenciosa en el pasado,
tu iracundo fracaso en el presente,
ella, inocente de tu amor avasallado,
tú y tu mirada fría, turbia, impaciente.

Sí, eres su amigo cuando están a tu lado,
su amor prohibido en tus sueños imposibles,
su único enemigo cuando ella y él se están amando,
¿y tú? sólo el dolor de una herida imperceptible.

No puedes controlarte, ya no eres tú;
tu vida es ella, la quieres, no soportas
el grito de deseo, terrorífica inquietud,
sólo quieres gritar tu amor, muy lejos, a solas.

Sabes que el crepúsculo viene, ahí está;
que en un instante, sin remedio, aparecerán,
no habrá demonios ni ángeles, sólo amor o sangre,
locura de amor en resumen, ímpetu en forma de sable.

Cuando el crepúsculo llegue y ellos estén juntos,
no habrá palabras ni destino, solo un momento absoluto,
y luego, ¿todo o nada?, lo decidirán tus manos,
lo que dicte el frenesí, la cordura o tu amor olvidado.

lunes, 17 de noviembre de 2008

AL FINAL DE LA FILA

Al final de la fila estamos, esos somos, los últimos.
Sí, es así, no habrán segundas lecturas, nunca más.
No, no sentimos vergüenza de estar y sentirnos únicos,
vergüenza habría si fuésemos iguales a todos, quizás.

Al final de la fila, por sentir demasiado, por distinguirnos,
porque alguna vez te invitamos y dijiste “No”,
pero no nos cansamos, y nunca nos viste arrepentidos,
tal vez porque nos acostumbramos a tu indecisión.

Y así, junto a los míos, yo sigo mi infinito recorrido,
con mi papel de reparto, el de un punky sentimental,
sin primeros planos ni maquillaje, sólo modales sencillos
y sabiendo que soy mal mirado por ti y tu sociedad.

Cómo me encantaría que vinieras aquí, conmigo,
para que abras los ojos y veas que no es malo estar al final.
“Los últimos serán los primeros”, cierto personaje dijo,
él estaba equivocado, estamos al final, este es nuestro hogar.

No, no me arrepiento de mis cuestionables decisiones,
tampoco me arrepiento de haberme entregado a la austeridad.
Yo, nosotros, todos conocemos tus pobres temores,
esos, de bebé mimado, al sentimiento oculto en la oscuridad.

Llámame loco, si mis acciones son propias, según tú, de un loco;
por ahora me conformo con mi lugar en tu fila y con no estar solo.
La única certeza es que no renunciaré a esta eterna espera:
esa, bajo el sol, mientras la gente avanza y jamás se queda quieta.

Nuestras soberbias almas sumidas a esta humilde travesía;
la ironía de tu felicidad contra el orgullo de mi hidalguía;
tu incapacidad de posar tus ojos en la dualidad de nuestras vidas;
tu destino, mi incertidumbre; tú, al principio; yo, al final de la fila.

Al final de la fila, porque nunca tendremos prisa.
Al final de la fila, y siempre en el punto de mira.
Al final de la fila, como el tronco que flota a la deriva.
Al final de la fila, por la sencillez de la vida.