jueves, 15 de enero de 2009

Comunión

Nos dijeron que viviéramos al compás de los otros, que así nos esperaría un esplendoroso futuro. Cinco años pasaron y jamás te dejé, ni tú a mí, ni siquiera mis ojos desde los tuyos emprendieron vuelo. Los otros nos miraban, sin entrometerse entre nuestras miradas, se retorcían en su miseria, sabían quienes éramos. Te juré sin palabras que jamás te dejaría e intenté cumplirlo, solo contra todos ellos. Pero lograron alejarme de ti, me abatieron y te perdí. Otro día desperté. Sólo había vacío alrededor. No estabas tú, ellos estaban ahí, pero yo estaba sólo. Ellos dijeron que yo sería feliz si te olvidaba, me amaban, ellos me amaban. No les puse atención a ellos, ni al tiempo que destruía todo lo que podía ver. Como sólo me rodeaba el vacío, sólo después de muchos minutos pude darme cuenta de mi ceguera, había perdido mis ojos. Supuse que por eso no podría estar contigo jamás, tampoco podría llorar por ti ni buscarte. A la sombra del limbo sólo me tuve a mi, mis promesas rotas y a ese universo que sólo tenía sabor a ti. Deseé estar sordo también para no escucharlos hablar de amor, y perder el gusto para no saborear el vacío en el universo. Sólo deseaba volver a ti, y ellos, al verme tan triste, al amarme, sólo me llevaron hacia ti, así de simple fue todo. Hasta que por fin estuviste conmigo sólo quise verte, hasta que me ubicaron donde todo había terminado para nosotros, tú estabas ahí. Pude sentir mis ojos otra vez, siempre habían estado contigo, nunca se alejaron de los tuyos, tus ojos tan hermosos que pude ver de nuevo, y cada vez pude ver más hasta que nos unimos y fuimos el universo los dos, el universo que siempre fuiste tú para mí. Y nunca volví a verlos a ellos, ni a los otros, ni otra cosa que no fuéramos tú y yo, sólo tus ojos, el universo, sólo tú y yo.

No hay comentarios: