miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Cielo Agoniza

Ha caído la noche,
viene el temporal,
mi voz le responde
al grito del mar;
ya sólo escombros
quedan de mi altar
y veo que tu rostro
me quiere llevar.

La pena y el llanto
corren por mis venas,
y no me levanto,
vendrá la gangrena.

¡Qué pena se siente!
el mundo me ignora,
los sueños pendientes
mis lágrimas añoran.

Soy como un soldado
caído en batalla,
no importan mis actos,
tú eres mi medalla;
el cielo agoniza,
no quiero llorar,
apenas te siento,
tal vez ya no estás.

El cielo agoniza
y ya no hay palabras,
tus ojos me miran,
se escapa mi alma.

En unos momentos
la transmisión cesa,
todos los pigmentos
en negro se quedan.

Mis ojos se borran
y ya no te encuentro,
no percibo tu aroma
ni tus sentimientos;
el cielo agoniza,
sé que ya no hay más,
quiero ver tu sonrisa,
observarte y amar.

Entre los vientos puros,
asoma el huracán,
tu voz no la escucho,
tengo que marchar.

El cielo agoniza,
pronto no existirá,
el vacío se avecina,
ha llegado el final.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Antes del Crepúsculo

Verlos besarse, amarse, ser felices,
todo eso se hace insoportable para ti;
las primaveras coloridas, para ti son tan grises
junto a ellos, tus amigos, y su amor sin fin.

Tu esperanza silenciosa en el pasado,
tu iracundo fracaso en el presente,
ella, inocente de tu amor avasallado,
tú y tu mirada fría, turbia, impaciente.

Sí, eres su amigo cuando están a tu lado,
su amor prohibido en tus sueños imposibles,
su único enemigo cuando ella y él se están amando,
¿y tú? sólo el dolor de una herida imperceptible.

No puedes controlarte, ya no eres tú;
tu vida es ella, la quieres, no soportas
el grito de deseo, terrorífica inquietud,
sólo quieres gritar tu amor, muy lejos, a solas.

Sabes que el crepúsculo viene, ahí está;
que en un instante, sin remedio, aparecerán,
no habrá demonios ni ángeles, sólo amor o sangre,
locura de amor en resumen, ímpetu en forma de sable.

Cuando el crepúsculo llegue y ellos estén juntos,
no habrá palabras ni destino, solo un momento absoluto,
y luego, ¿todo o nada?, lo decidirán tus manos,
lo que dicte el frenesí, la cordura o tu amor olvidado.

lunes, 17 de noviembre de 2008

AL FINAL DE LA FILA

Al final de la fila estamos, esos somos, los últimos.
Sí, es así, no habrán segundas lecturas, nunca más.
No, no sentimos vergüenza de estar y sentirnos únicos,
vergüenza habría si fuésemos iguales a todos, quizás.

Al final de la fila, por sentir demasiado, por distinguirnos,
porque alguna vez te invitamos y dijiste “No”,
pero no nos cansamos, y nunca nos viste arrepentidos,
tal vez porque nos acostumbramos a tu indecisión.

Y así, junto a los míos, yo sigo mi infinito recorrido,
con mi papel de reparto, el de un punky sentimental,
sin primeros planos ni maquillaje, sólo modales sencillos
y sabiendo que soy mal mirado por ti y tu sociedad.

Cómo me encantaría que vinieras aquí, conmigo,
para que abras los ojos y veas que no es malo estar al final.
“Los últimos serán los primeros”, cierto personaje dijo,
él estaba equivocado, estamos al final, este es nuestro hogar.

No, no me arrepiento de mis cuestionables decisiones,
tampoco me arrepiento de haberme entregado a la austeridad.
Yo, nosotros, todos conocemos tus pobres temores,
esos, de bebé mimado, al sentimiento oculto en la oscuridad.

Llámame loco, si mis acciones son propias, según tú, de un loco;
por ahora me conformo con mi lugar en tu fila y con no estar solo.
La única certeza es que no renunciaré a esta eterna espera:
esa, bajo el sol, mientras la gente avanza y jamás se queda quieta.

Nuestras soberbias almas sumidas a esta humilde travesía;
la ironía de tu felicidad contra el orgullo de mi hidalguía;
tu incapacidad de posar tus ojos en la dualidad de nuestras vidas;
tu destino, mi incertidumbre; tú, al principio; yo, al final de la fila.

Al final de la fila, porque nunca tendremos prisa.
Al final de la fila, y siempre en el punto de mira.
Al final de la fila, como el tronco que flota a la deriva.
Al final de la fila, por la sencillez de la vida.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Dos

Observarte cada día, cada semana, cada mes, cada año que pasa, cada infinidad de tiempo, observarte en cualquier circunstancia, interactuar contigo, discutir y callar y soñar y sufrir, todo es para mí un dulce e intenso fracaso, una y otra vez, infinidad de veces. Mis medallas oxidadas y maltratadas por el tiempo, y que sólo son divisadas por ti, y que son despreciadas por la misma persona; mi máscara de indiferencia y celestial calma, que frente a ti se rompe y deja a la vista la debilidad del ser humano, mi debilidad; mis palabras que son sólo para sorprenderte, maravillarte en el más fabuloso de los casos, pero que aún así pueden no significar nada para ti, o tal vez te lo muestran todo y lo asumes en silencio, pensando que estoy loco. Una y otra vez y otra vez y otra; nada, nada y nada. Frente a ti ya no puedo fingir, no puedo estar en calma, no puedo ser frío, no puedo dejar de sentir, porque no me arrepiento de lo que soy, ni de los calificativos que puedas tener para mí, tampoco me arrepiento de haberte visto una vez y no poder despegar mis ojos de ti, no me arrepiento de que cada día sea una arriesgada travesía ni de que mi vida sea una silenciosa ruleta rusa; es más, me enorgullezco, me enorgullezco de mi fracaso, de mi pasión, me enorgullezco de cada ocasión en la que he mordido el polvo por ti, me enorgullezco de ti, de mí, de lo que somos, de lo que no somos, de lo que podamos ser o no ser; seremos dos mientras estés conmigo y yo pueda sentir lo que siento por ti, ojalá por siempre, ojalá por siempre, una y otra vez, todo el tiempo posible, mientras seamos dos.