martes, 31 de agosto de 2010

No quiero matar este poema con un título ingenioso

Antes
había que aclarar tantas cosas,
había tanto por hacer,
tantas sonrisas solas que compartir
y lágrimas perdidas que encontrar.

Pero ya pasó, pasó,
y lo malo que pasó nunca pasó,
y lo bueno que pasó
se quedó lejos,
antes que ahora, por ahí.

Antes había esperanza y derrota,
los cielos amarillentos
estaban tan lejos,
intentando tocarme, mecerse
sobre mí.

Ahora estoy contigo
y quizás debí haber llegado antes
a tus pies,
y evitarte mi ausencia
por un largo tiempo.

En estrofas de cinco
versos cortos
no puedo expresar bien
lo que se perdió en la lejanía,
lo que no te di.

Lo que no te di.
Lo que me guardé.
Y hoy parece una realidad.
Lo que no te di.
Lo que no te di.

Mañana será otro día,
y forjaremos un final feliz
a toda costa,
antes de que se haga más tarde
y nos volvamos a perder de vista.

Forjaremos un final feliz
al que no podremos volver,
y que no se podrá recordar después.
Un final feliz
antes de pensar en otras cosas.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El incidente de la zapatería

-Buenas.
-Hola ¿qué se te ofrece?
-Bueno, me preguntaba si vende películas soft porno.
-No, flaco, yo arreglo zapatos.
-Okei... Es que, de todos modos, no quiero porno duro, quiero soft porno no más...
-No, no, no, acá arreglamos zapatos, no hay south porno. ¿Algo más?
-Ehh, quiero esa… es pornografía, gente en pelota, ¿me entiende? pero no es tan...
-Hijo, no vendo películas, reparo calzado.
-Ah, chuta, disculpe, de haberlo sabido habría traído zapatillas de repuesto y le pasaría las que tengo puestas. Están re-malas ¿lo nota?
-Sí, están re-malas, pero tampoco arreglo zapatillas. Sólo tengo implementos para zapatos. De hombre y mujer, zapatos.
-Ah, pero bueno, yo quería...
-¡¡¡¡Oh, que hace calor, perrito!!!! Voy a hacerme un fanschop ¿Querí un vaso?
-No... ¿Tiene soft porno? Significa “porno suave”, es como pornografía pero...
-¡Ándate, conchetumare!

martes, 27 de julio de 2010

Del asfalto nace nuestra única lucha

¿Sabes? Creo que nosotros jamás brillamos, ni por ausencia ni por presencia, no fuimos luminarias esplendorosas como crees. Sobre las aceras sofocadas por multitudes grises, oh, nosotros. Tú y yo no fuimos más que piedras filosas en el lecho de asfalto, aunque quisimos ser sobresalientes amapolas. ¿Recuerdas a la dama con anillos de diamantes? Se quedó clavada en mi memoria, porque soy como ella.

Y a pesar de que tú, niña, y yo, nos sentimos perdidos en tantos lugares que visitamos y no encontramos paz en la ciudad, bien sabes que las multitudes grises también sufren, también buscan, también fueron niños y salieron a jugar. No te sientas tan única. Tal vez cada uno de esos hombres percudidos tenga un anhelo, tal vez cada uno de ellos tiene a una niña y sentimientos de amapola. Seguramente, sólo es cuestión de entender y escuchar, querer para que, en el trance de este terrible choque con la verdad, nos sintamos preciosos de nuevo; creamos que las piedras son tan lindas como la amapola, que todo se llena de amor propio, mientras olvidamos todas las atrocidades e injusticias que nos atormentan y no nos dejan ser felices. Estoy seguro de que no es tan estúpido como suena, quizás nacimos para ésto.

Ayer, ayer, ayer. Visité mi propio funeral. Estaba lleno de gente. No hay demasiadas amapolas como para llenar un funeral. Mi funeral estaba repleto. Tú también estabas ahí, y no eras más que un fragmento lloroso, y yo, yo llegué y me vi rodeado. No somos tan únicos, niña, no somos amapolas, somos pedazos de ciudad, flores silvestres y domesticadas buscando un jardín lejano. No está en esta ciudad, no sé si está en esta vida.

lunes, 31 de mayo de 2010

Crudo y rancio

Despertó en el sillón como a las 7 PM. Era una tarde feísima, con el cielo color ladrillo. Su lengua le sabía a azufre y sus ojos estaban nublados por el vapor viciado del salón. Miró por la ventana, palidecida por las cortinas, y sonrió, mostrando sus dientes casi anaranjados. Estaba hediondo y lagañoso, la nariz llena de mocos y la piel con sebo, también estaba mal afeitado… y bueno, todas las cosas malas que te puedas imaginar se posaban sobre su pobre humanidad, vestida con una sudadera debidamente sudada y pantalones rotos, tan rotos que parecían papel higiénico usado. Abrió el refrigerador y un panorama vacío se presentó ante él, pero había leche. Ésta era una caja de leche importada desde Bolivia, abierta hacía quién sabe cuánto tiempo. No se molestó en hacerla pasar por un vaso, la bebió como pudo, mientras miraba por la ventana, que tragaba una luz cada vez menos luminosa, más y más turbia por la caída del sol y el humo de las fábricas. Era feliz nuestro personaje viviendo así, sonreía a menudo con un aspecto terrible, y alimentaba con generosidad al pajarillo cautivo en la esquina del cuarto. De vez en cuando se asomaba a la ventana, impaciente, ansioso como un niño esperando un regalo. Se saboreaba los crecientes bigotes y sus ojos brillaban cuando volteaba a ver el colorido reloj de su madre. Cuando la leche se acabó, y ante su pericia por beber más, la vieja caja hizo un sonido desagradable, como el último gruñido de un cerdo cuando lo van a destazar. Dejó la caja retorcida entre la basura sobre la mesa de centro. De pronto, mientras miraba concienzudamente por la ventana, ante la tardanza de la cotidiana salida de su vecina a caminar, ocurrió algo extraño: Su vecina, llamada Blanca, salió, pero en lugar de caminar se quedó en posición de espera, en la acera frente a su casa. Ante la posibilidad de mirarla por más tiempo, el observador se maravilló de tal forma que, de pronto, no pareció tan repugnante como era, de pronto pareció una persona normal, un noble enamorado más estudiando a su doncella. Incluso pensó en salir y decirle que caminara junto a él esa tarde… pero no, tempranamente rompió la ilusión la llegada de un amigo de Blanca, un rubio que nunca había visto nuestro despreciable protagonista, y ¿Qué pasó? Claro, Blanca y el rubio se besaron, y salieron a caminar de la mano. Desencajado, el engendro no enloqueció ni se suicidó ni salió corriendo de su casa profesándole amor a Blanca. Simplemente, cogió una toalla sollozando y se fue a bañar.

El peor de los pecados

¡Muérete! ¡Mueeereee!
¡Ah, mierda, muere!
¿Por qué no te morís luego?
¡MÚERETE!
¡¡¡¡¡Aaaaahhhhhhhhh, maldita!!!!!
...
...
...

¡Cielos! Esa mosca sí que amaba vivir...

Yggahs

1.- Tú quieres que te hable, querida; me dices que estás cansada y sola, que te hable de cualquier cosa, y entonces yo te hablo de las cosas que habla la gente…
Pero quiero ser artista y considerarme creador de mundos, y si no temiera ser juzgado como un idiota e indeseable, yo te hablaría de esta clase de cosas:

2.- Yggahs, la rama
(que nunca pudo decir algo)


Cierto día de primavera yo me encontraba sentado en una banca como de plaza, bajo un árbol, muy solo, pensando en matarme, proyectando la vida de los demás sin mí. De pronto, una ramita del árbol cayó al lado mío, sobre el espacio desocupado de la banca. Me alegré un poco, y me dieron ganas de quedarme ahí sentado, y la bauticé como Yggahs. Compartí con ella el atardecer y vimos juntos la puesta de sol, le agradecí su compañía y lloré, con ella siempre a mi lado. Era una ramita muy verde, pero debí entender que pese a su belleza y gratitud, nunca podría sentir lo que yo sentía por ella, o por ti, o por las demás. Me levanté fríamente del asiento y la dejé sola en la banca, quizás lamentando haber renunciado a su vida en el árbol por mí y extrañando a sus amiguitas ramas. Nunca olvidaré a Yggahs, la amiga que me hizo recordar la belleza de la humanidad. Un día triste, la fui a visitar a la banca y no la encontré, se había ido, probablemente con alguien. Me senté ahí, pero ninguna rama bajó a hacerme compañía, y nadie vino a mi encuentro. Fue la tarde más sola y desgraciada que puedo recordar

3.- ¿Me amas?

4.- Si me ves sonreír, no me creas… No me creas nada.