jueves, 29 de octubre de 2009

Transtemporal

Los oídos sangrantes, la consciencia caída; es sólo un cuerpo en reposo sobre un enorme vertedero. Metálicas sus vestiduras, de algodón su corazón; la memoria lo golpea con más fuerza cada día. Las pesadillas lo atormentan y sus músculos ceden ante la ira de un pasado que lo tortura.

Sus recuerdos lo llevan a una era muy lejana, prados verdes y flores rojas como la sangre misma, castillos gigantescos y reyes bondadosos que todo lo ofrecían a sus súbditos. Las nubes eran blancas como nieve suspendida y la tierra tenía un hermoso aroma. Ahí floreció un amor incomparable entre él y una princesa enmascarada.

Hoy él está perdido, sin rumbo ni destino. En casa sólo le aguarda la comida sin sabor que sale de las bolsas y una cama demasiado suave para un hombre tan sencillo. No duerme bien ni quiere dormir, pero aún así quisiera nunca despertar para ver la puta realidad. Cuando abre los ojos sólo ve un cielo gris y un montón de sueños rotos.

Su memoria lo lleva una vez más al colorido pasado: Abrazos y dulces besos, momentos breves que conducirían a un final inesperado. Ella se fue sin más, en las profundidades de un lago la encontraron. Él enloqueció, sin saber qué hacer; se ocultó en su maldita calma, la oscurísima verdad le aterraba.

Volvemos al presente para verlo sufrir, entre androides y cemento fresco, en un mundo que él no entiende. ¡Carne grasosa de mierda! ¡Agua con sabor a peste! ¿Es que ya no hay nada en este mundo que algún dios pueda ofrecerle? Ya no hay falsas doncellas ni magos que ofrezcan felicidad. Ya no hay nada para él.

Sus últimos recuerdos en el pasado lejano son tristes. Sus amigos no entendían, sólo fingían que los asuntos ajenos les interesaban, decían unas palabras amables y quedaban contentos. No podía seguir así, todo quedó en blanco. Cerró los ojos y pensó en huir, sólo huir a cualquier parte, otro tiempo, otro mundo.

Apareció aquí, en un mundo de locos, donde nadie entiende a nadie y se vive en un ocaso constante. Los días se hacen eternos, parece un buen lugar para descansar. Pero algunos como él nunca podrán detenerse, tendrán que vivir la condena de aquello que nunca pudo ocurrir. Algunos lo llaman suerte, para otros es destino. Por mucho que busque, él nunca lo sabrá con certeza. Simplemente seguirá perdido, en un tiempo perdido y en un mundo perdido.

A Arnaldo Allende.

martes, 6 de octubre de 2009

BLUFF

Los esnobs vinieron a hacer de las suyas al mundo de los que estábamos out; ahora estamos súper bien, pero no hacemos nada y nos arreglamos la chasquilla a cada rato. Parece que ellos lo hicieron… ¿Te has fijado que les gustan las mismas películas, la misma música y siempre están juntos? Cuando se fueron, los despedimos como libertadores.

Todos eran compatriotas nuestros, pero se creían europeos o algo por el estilo. Hicieron de las suyas: trajeron el insomnio a los soñadores, a los perros les dieron humildad, las aves tienen casas que cuelgan del cinturón de asteroides. ¿Te conté que ahora el cielo es rosado? Es lo peor de la vida, es atrozmente blando y tiene un sabor muy hostil. La arena es áspera y los astutos ratones híper desarrollados se comieron mis zapatos y mi lengua. Mi pluma, que un día encontré en la playa, escribe sobre cartón llovido. Pero me sorprende lo ingrata que es la tinta transparente. Vivo en una casa sin paredes, igual que todos mis vecinos. Cada noche hay una persona nueva durmiendo en mi cama.

En la TV nos repiten lo hermosos que somos, parece que somos hermosos. En la radio cantan canciones que hablan del amor y las artes, tal parece que todo aquello está muy de moda. Los libros contienen mundos locos, incoherentes como lo que estás leyendo, así que no los leo porque no soy un tarado. Algo nos falta, fui a la tienda y no lo encontré, algo nos falta, algo que tuvimos. Hoy en la calle me llamaron ‘raro’. Parece que soy ‘raro’. Me encantaría ser realmente ‘raro’.

Te contaré lo que quiero. Quiero jugar a la escondida, a ver si puedo esconderme en el pasado; cierro los ojos y cuento hasta veinte, a ver si los horribles monstruos se empequeñecen hasta desaparecer en el armario; quiero inventar una cura para todo, pero que tenga buen sabor, para ver si me dejan de doler los testículos, ¡Oh, doloridos testículos! ¿Cuándo dejaréis de esbozar vuestro canto fúnebre y sonámbulo! Antes de finalizar, quiero gritar mi nombre, a ver si aparezco por fin, a ver si me encuentro y vuelvo a ser yo. A ver si me abrazo y me reto por haberme desaparecido tanto tiempo.

Esta carta no tiene remitente ni asunto ni nada de eso (olvidé los otros componentes de una carta), pero imagino que llegará a tus manos. Trae azúcar, trae sueños, trae números, trae humanidad, trae tus defectos, muchos defectos. Yo te estaré esperando para que me des una porción de cada cosa y pueda volver a jugar, cerrar los ojos, contar, crear y gritar...

domingo, 4 de octubre de 2009

Hervir agua

Llenar de agua la tetera constituía un placer especial para ella. Primero usó el encendedor para crear el milagro del fuego en la cocina y, con sus pequeñas y delicadas manos, puso el recipiente lleno sobre las llamas. Sus ojos brillaban con cierta ansiedad mirando el reloj, y su rostro, algo oscurecido, lucía inquieto con sublimes rasgos de adrenalina. Los segundos pasaban, el agua se calentaba de a poco, pestañeaba y pestañeaba; parecía que sus arregladísimas pestañas jugueteaban locamente con su piel. No podía sentarse, no podía moverse, estaba encadenada a esa cocina y al sonido sordo –y obviamente ciego- que producía el roce del fuego. Luego de ocho minutos, una leve sensación de vapor de agua empezó a contactar los ondulados cabellos de la mujer. No esperó un segundo más. Cogió la tetera con sus suaves dedos y depositó un poco de agua en una taza barata y descuidada –pero indiscutiblemente limpia- que portaba en su interior una bolsa de té. Una vez ubicada la taza sobre un platillo y una cuchara al costado de la taza, fue al comedor a completar la merienda, ya que todo lo demás estaba oportunamente dispuesto. Camino a la mesa, se encontró con una sorpresa: su marido había ingresado hacía unos segundos, silenciosamente, por la puerta. Ante esto, ella se esmeró en poner en su lugar la taza y luego sonrió indicándole al hombre que debía sentarse. Él sonrió también, y se saludaron dándose un grato beso. Una vez que el esposo se sentó en la mesa con mucho agrado, la mujer hizo una extraña especie de reverencia y salió al patio, prendió un cigarrillo y se sentó en una silla de mimbre mirando al horizonte. Esa noche dormiría tranquila, no habría gritos ni magulladuras. Nada mal.

sábado, 19 de septiembre de 2009

No rapsodia no bohemia

Mamá, maté a mi muela; todo fue muy lento, pero no pude reaccionar. No puedo volver sobre mis pasos, no sirve mirar hacia atrás. Nada se puede hacer, nadar contra la corriente es el precio a pagar por mis errores. No te veré llorar, yo sé que nadie llorará; ellos no lo entenderán, dirán que sólo es algo más, sólo una piedra sobre el césped del camino.

Perdóname, mamá. ¡No podré cumplir tantas promesas! Todo recién empezaba, pero ya nada será igual, las cosas han cambiado y así se quedarán. Sé que querías un genio, sólo un hombre de bien para este mundo de maldad, pero yo, mamá, no sé si podré resistir, no sé si podré perdonar, no sé si aprendí la lección. Mi muela no volverá si hago la guerra o vivo en paz. No volverá.

Tenías razón, mamá. ¡Tanto pensar en mi venganza! ¡Tanto engendrar revolución, jugar a la felicidad! ¡Los sueños no me dieron ni un centavo! Quizás mi crimen fue creer que había algo más allá de nuestras manos. Mi condena será vivir con estas malditas ganas de vivir que se aferran a mis pasos. Mañana me despertarás con otro beso acogedor, más allá de la ventana, la lluvia se anunciará y mi muela se perderá entre aguas turbias. Sé que a ti no te importará, pero no me perdonaré hasta convertirme en polvo, cuando no existan verdades, nada más que lamentar, cuando nada realmente importe.

lunes, 17 de agosto de 2009

La Visita del Olvido

Mis ojos se están secando, lloran y lloran, pero siguen secos. Nadie en casa, una y otra vez te busco, pero no, parece que te perdí en lo profundo de algún sueño nebuloso.

Parece que ya te llevó, parece que estoy solo otra vez. El olvido. El olvido lo hizo, mientras yo nada hacía, y sigue ahí, me persigue por los pasillos, apacible, y me dice que soy lento, que me va a alcanzar, que tendrá que empezar todo de nuevo.

¿Por qué es tan rápido? ¿Por qué ha decidido venir por mí, como evidencia y testimonio de esta infame muerte que me persigue? Otra vez me alcanza, lo siento acercarse, susurrarme al oído “Vivirás”. Es imposible huir, imposible gritar, porque ha vuelto el olvido, tal como yo volveré a ser tierra. “Serás testigo de mi misericordia, me quedaré contigo, te observaré, te extenderé mi mano cuando quieras soledad, cuando fracases, cuando te llenes de ira seré tu amigo; volaré con otro desdichado cuando por fin lo merezcas”. No le hablé, no dije nada, porque el olvido no escucha, no entiende, sólo imparte justicia entre quienes viven en la oscuridad, y entre quienes se han difuminado en la luz de sus vidas. El olvido no indulta, no es azaroso, no hace preguntas inútiles. Sólo aparece de pronto, nos respira en la nuca, y es entonces que nos damos cuenta del tiempo perdido. En definitiva, no le hablé, me encerré otra vez, busqué un buen comienzo, otro buen comienzo. Koko Stambuk lanzará disco solista. Lo gritaré a los cuatro vientos. Que el olvido nos perdone a los dos.

jueves, 23 de julio de 2009

Plan 9 desde el balcón.

Voy a ser el Edward Wood de los cuentos.

Mírame en una tarde joven, mojada de Julio. “Llueve a la antigua”, dirían esos antiguos que se fueron. Voy a apagar esa caja infernal, voy a dejar de esperar el Rin-Rin, mírame, mirando al balcón, parece que saldré a ver qué pasa. Ya no me mires, que me avergüenzo de mirar a esas dos jovencitas bajo la misma sombrilla, compartiéndola como mujeres amistosas. La acera contiene tanta agua, parece una piscina. Debería intentarlo, debería saltar, a ver si me sumerjo en un estanque infinito. Mejor las miro, se están besando. "Míralas, ellas son lo que no queremos ser, ellas desordenan, ellas no sirven". Todo lo que me dijeron era mentira, ellas son la salvación, me distraen del infierno a su alrededor. “Cabros de mierda” dirían esos cabros reprimidos que se convirtieron en "viejos de mierda".

Espera, suena el teléfono, lo iré a contestar, quizás sí, quizás esta vez sí. Levanto el aparato, ¿Qué me dice? “Hola, soy Lucas Barrios, si querés participar en el sorteo de una camio-…” No haré comentarios, no haré comentarios. Ahí está el balcón invitándome una vez más, iré a ver qué me tiene que contar. Míralas, ahí están de nuevo, esta vez en la esquina, se están despidiendo. Una de ellas se va. Se acabó su espectáculo libidinoso, me aburro. Voy a saltar. “Colorín colorado” dirían esos cuentistas que murieron. Mira a esa lesbiana observándome en la mitad de la calle, mientras se aleja de su amada, se distrae conmigo, al parecer le llaman la atención los suicidas. Mira a ese auto, son los señores carabineros en un patrullaje de rutina, mira como la atropellan por andar paveando, por andar mirando lo que no le importa, igual a mí, que la estuve mirando, mientras no me mataba. “Es la otra cara del espejo” diría alguien que se cree importante. No quiero que me involucren, yo nunca estuve, yo nunca quise saltar, yo me oculto. ¡Mira a mi maldita humanidad escondiéndose otra vez! Desde aquí escucho el llanto de la mujer amante, ¿Cuántas me habrían llorado de esa manera?

Mírame solo esa noche, ya retiraron el cuerpo, no hubo escándalo, nadie lo supo, desapareció la mujer de la sombrilla, no hay culpables. ¿Se habría armado revuelo si yo me hubiese lanzado a tiempo para evitar la tragedia? Hoy no podré dormir, ni al día siguiente, ni todos los que sigan al siguiente. ¿Cuántas noches felices habría vivido la mujer que yace en la morgue? Suena el teléfono, espero que no me llamen otra vez para saber del atropello.
-Aló, ¿Quién es?
-¿Eduardo? Soy yo, Gabi.
-¿Por qué llamas cuando ya se ha desatado la tragedia sobre tantas vidas?
-No sé de qué hablas, mira, sólo te llamo para decirte que reconsideré las cosas. Eduardo, yo sé que tú… -Cuelgo el teléfono, no quiero escucharla.
Por alguna razón no quiero volver a escucharla.

No quiero volver a levantarme de este sofá, mandaré a demoler ese balcón para evitar otra tragedia.

martes, 14 de julio de 2009

Las Horas Largas

A menudo te he visto caminar por aquí,
ligera y solitaria como el paso del tiempo;
tus huellas se borran de manera tan fácil
que parece que fueras un espectro de brisa.

¿Cuántas veces pasaste y yo no te vi?
¿Acaso te llevan los corceles del viento?
Tus ojos son tan tristes y tu mirada tan frágil,
que con sólo mirarte temo hacerte trizas.

Tu silueta dejó a mis palabras vacías,
atentas para actuar ante cualquier imprevisto;
se escaparon, huyeron, y ahora eres el objeto
de este joven cuentista y su mediocre poesía.

¿Dónde estabas en aquellos buenos días?
¿Por qué apareces ahora, sin previo aviso?
¿Qué escondes? Dime qué estás haciendo:
¿Por qué vienes ahora a interrumpir mi agonía?

¿A qué lugar te diriges, espíritu errante?
¿Por qué me saludas con actitud amistosa?
Tu soledad me inquieta, me absorbe, me intriga:
¿Te dormiste en los rieles de algún tren olvidado?

Se disipan mis dudas en aquellos instantes,
en que tú te distingues de entre todas las cosas;
parece que en esas horas se congela mi vida
y tú pareces una rosa descansando en el prado.

lunes, 6 de julio de 2009

Estás Muerto: 1º Parte

Todos me miran de lejos, como si viralmente se hubieran enterado de mi destino. Caprichosos son los motivos que me han traído a este escenario en este sexto piso, cerca de mi sala, y no tengo ánimo de contarlos… ¿Por qué hablo tan formal?

¡Ay! Me siento muy incómodo. Garrido me dijo que más o menos a esta hora nos encontraríamos, y que yo tendría suerte si podía volver a pararme.

Bueno, no lo veo, iré al pasillo de mi sala, a ver si allá estoy más tranquilo. Mientras camino escucho la voz de Nico…
-¡Estás muerto, Mallea!...
No es la única voz que lo dice, oigo varias que repiten lo mismo, algunas de ex-compañeros, otras vienen de perfectos desconocidos… ¿Es que no se puede mantener un secreto en este puto colegio?. Tengo que saludar a alguien ¿A quién?... Ahí está Barrientos, él nunca se burlaría de mí, me acercaré a él para cruzar algunas palabras y fingir que estoy tranquilo.
-¡Hola, Barrientos! ¿Cómo estás?
-Hola, yo bien ¿y tú?
-Súper bien… ¿Qué? ¿Tienen prueba?
-Emmm… sí…
¿Es idea mía o este silencio se hace muy largo? Mejor me voy.
-Bueno, nos vemos, ¡tengo cosas que hacer!
-Chao.
¡Guau! ¿Eso fue todo? No puedo creer que me encuentre caminando hacia mi pasillo otra vez… ¡Eso pareció otra de mis vacías conversaciones de Messenger! En todo caso, se notó que él ya sabe lo de Garrido y yo. Siendo de otra forma, me habría hablado de algo, no sé, ¡me siento tan solo!

Ya, parece que Garrido no va a aparecer, mejor entro a mi sala.
-¡Oiga! ¡Usted! Todavía no puede entrar a las salas, las tengo con llave, ahora salga del pasillo, que no he autorizado a nadie a entrar.
-¡Ah! Disculpe, inspector, es que nunca llego a esta hora.
¡Mierda! ¿Por qué me vine tan temprano? ¡Ah! Ahora voy a tener que estar deambulando… ¿Y si llega Garrido? No sé qué voy a hacer… No me quedará más que enfrentar como hombre lo que provoqué. ¡Uh! Espera. Ahí viene el Bulnes, él sabrá aconsejarme.
-Hola, David
-Buenas, ¿Cómo estamos?
-Bien, bien… Aquí… ¿Te acuerdas de lo que te conté del huevón que me quería pegar?
-Obvio que me acuerdo, ¡Tenís que sacarle la chucha!
-Huevón, me va a sacar la cresta. Es de tercero, es más alto que yo y más pesado.
-Emmm… No sé, ahí lo arreglas, chao que estís bien… Me voy a mi sala.
-Negro, no se puede entrar. El inspector no deja.
-Bueno… Emmm… Entonces me quedaré en el baño hasta que abran la sala.

¡Qué marica más grande! Si me muero, ojalá que se sienta culpable. Ni siquiera se despide. No quiero ir a ninguna parte, estoy bien aquí, al lado de estas escaleras. No quiero que nadie me vea, además, si Garrido sube, va a subir por el otro lado. ¿Quién es ese? ¡Camilo!... Este no me va a dejar solo.
-¡Camilo! ¡Qué gusto verte! –me sorprende lo exagerado que soy en estas situaciones.
-Hola, Mallea… Se suponía que estabas muerto.
-No, hombre… Oye, acompáñame un rato, es que si llega Garrido quiero estar acompañado.
-Dale, esperémoslo, de más que te arrancas o lo solucionas a la buena.
Mientras me dice esto, me siento bastante cobarde.
Camilo continúa:
-Oye, pero vamos a donde haya mejor vista de la otra escalera… Tal vez ya esté acá.
-Vamos. –digo, mientras finjo valentía.
Mientras caminamos, anhelo secretamente que Garrido no esté, que no llegue, que se haya olvidado de todo. Camilo dice un par de cosas que no entiendo por la ansiedad.
Por fin tenemos una perspectiva completa de nuestro piso.

Ahí está. Es Garrido, recién ha subido, está preguntando por mí. Estoy mirando a Camilo mientras guardo silencio.
-Huevón, enfréntalo, no seas gallina. -me dice.
-¡Pero es que me va a golpear, Camilo, me va a golpear! –me imagino lo amanerado que debe sonar eso.
-Ya, anda, huevón, te está mirando. ¡Todos te están mirando!
Mierda, tengo que ir.


Continuará

viernes, 19 de junio de 2009

Cualquier Carta de Junio

Aquí me tienes otra vez, fuera del anonimato de la ficción una vez más, reflexionando otra vez, declarándome otra vez, nuevamente solo.

Cualquier carta anónima e informal de Junio.

Nuestra despedida fue como una estocada en lo profundo de tu pecho. No fue lindo verte caer, fue una imagen horrible e indeseable, mezclada con mis sentimientos más sinceros, tal vez algo de odio hacia mí, a ti y a la situación, y un poco de pavor, sabiendo que lo que está por venir no es fácil. Te juro que hasta esa tarde, cada momento contigo fue hermoso. Te juro que esa tarde quise enterrarme y no volver a estar en ninguna parte. Espero que no nos separemos nunca más, pero esto tiene que ser así. Mi destino me está buscando y en este momento me siento salpicado por muchísima mierda. Saber que fue mi decisión sólo hace las cosas más difíciles.

Tú caíste esta vez. Tú has desaparecido esta vez, pero yo, yo sigo conmigo mismo y estoy entero. Tengo que correr, tengo que gritar, y hacer tantas cosas que no pude hacer cuando estuve a tiempo. Aunque te parezca irónico, me siento muy libre desde aquel maldito día, tengo en mente hacer muchas cosas, y me he librado de ese miedo al fracaso del que tanto te hablé. Ahora que no estás, realmente siento que no corro ningún riesgo cuando me lanzo a la tómbola del azar. Soy libre, no estoy arrepentido, tal vez sólo un poco más loco. Pero, Constanza, nunca creas que te he dejado atrás, porque mis oídos siempre estarán dispuestos a oírte, mis ojos siempre se sentirán felices de verte y la puerta de mi casa seguirá abierta para ti. Jamás dudes de mí, porque, al menos a tu lado, soy verdadero.

Te deseo buena suerte, y espero que, si quieres olvidar, lo hagas. También deseo que las cosas vuelvan a salirme bien. Ahora tengo mucho qué pensar y hacer; aún tenemos 15 ¿te acuerdas? …Ya vendrá otra mujer…

viernes, 29 de mayo de 2009

Animal Nocturno

Esta era una noche muy joven. Era una fiesta en mi casa, estábamos bebiendo y fumando todo lo que estaba a nuestro alcance. Sentado junto a los demás, en un lugar aleatorio del piso, perdí mis esperanzas temporalmente, pero mi borrosa vista me permitió divisar una última botella de algún licor oscuro. Intenté levantarme para beber de ese brebaje, pero fui incapaz de mantenerme en pie; amargado y triste, quise dormir, pero ante mi sorpresa, fui testigo de un espectáculo magnífico: el licor oscuro de la botella se convirtió en un extraño ñandú multicolor, que salió del recipiente, me miró desafiante y huyó corriendo, dejando una cálida estela a su paso, que contenía todos los colores imaginables. Una fuerza maravillosa me permitió responder al reto del plumífero. Salí de mi casa y seguí su pista; el ñandú se movía con soltura sobre los tejados de las casas. Desde la calle, yo lo miraba y lo desafiaba a bajar y enfrentarme; sin embargo, el animal no hacía más que correr rumbo a la playa. De pronto pensé que cuando el ñandú llegara a la playa, sería presa fácil, así que guardé silencio y lo seguí con sigilo. Mis planes eran ciertos: el ñandú bajó de los tejados y pisaba ya la arena de la bahía. Cuando llegué al lugar, la bestia se mostraba tímida, ambivalente; sonreí y me lancé hacia él, sin embargo, el ñandú se lanzó al mar. En ese momento pensé que el ave me había vencido, pero el ñandú no tardó en desesperarse y debió volver rápidamente a la orilla. Así las cosas, no fue difícil propinarle las 45 estocadas que eran necesarias para matarlo. Busqué trozos de madera errantes en las cercanías y con ellos hice una inmensa fogata. Cocinaría al ñandú e iría a casa… Algo salió terriblemente mal.

Hoy he amanecido en una habitación de hospital, con una resaca insoportable; doctores y policías me han rodeado toda la mañana. Sólo un detective se ha acercado a mí, para decirme que estoy acusado de quemar mi propia casa (¿quién me acusaría por eso?) luego de intentar ahogar a una mujer en la bañera y actuar de forma agresiva y bipolar (¿frente a un grupo de borrachos?). Escuché atónito todos los “presuntos cargos” que me imputaba el detective. Cuando él me permitió hacerle un par de preguntas, sólo atiné a hacer preguntas sobre el color de los ñandúes, y sobre el estado de la playa de la ciudad. Él respondió tímidamente que no hay ñandúes ni playa en Santiago. No supe si reír o llorar.

domingo, 3 de mayo de 2009

Clásico de Sábado

Barcelona.
Sábado 20 de noviembre de 2004.

Antoni miró el taxímetro y se dio cuenta de que marcaba todo lo que podían pagar; le hizo una seña a Iñaki, luego le dio el dinero al conductor y ambos bajaron del taxi. Aún les quedaba un buen trecho caminando, estaban a varios metros de la Universidad Politécnica. Era una tarde fría, pero aún así, Iñaki sólo llevaba encima su camiseta azul y granate, mientras que Antoni, mejor abrigado, estaba usando, encima de su camiseta, una chaqueta verde y su cuello estaba cubierto por su preciada bufanda, que entre los colores del F.C. Barcelona, enunciaba la leyenda “BRIGATE ROSSOBLU”. Caminaban con cierto optimismo, confiando en que su equipo derrotaría a los forasteros que venían de Madrid. Antoni había sufrido y gozado dos veces en su vida, de dieciséis años, la sensación de vivir un derbi desde las gradas. No podía esperar para estar ahí de nuevo.

Cinco minutos habían caminado sin hablar hasta que Antoni rompió el silencio:
-Tres a cero, seguro que el Barça gana tres a cero. Eto’o va a hacer dos y Ronaldinho va a hacer uno-.
Iñaki sólo hizo un gesto positivo con la cabeza, sonriendo. Luego guardaron silencio otra vez. Antoni tampoco estaba interesado en hablar. Tenía suficientes problemas y prefería refugiarse en si mismo. De pronto recordó todo lo que aquella semana le había hecho sentir. Recordó a Catalina diciéndole que quería seguir siendo sólo su amiga, el día anterior; recordó a su hermana menor, embarazada sin que sus padres lo supieran; recordó a su gato que el día anterior había aparecido muerto; su madre llorando por alguna razón desconocida y, finalmente, recordó a su abuela, susurrándole improperios en catalán, por ser distraído. Ese sábado, Antoni iba a apostar todas sus cartas en esa cancha. Antoni sintió que su suerte podía cambiar.

Antoni despertó de su letargo cuando estaba a pasos de entrar al Camp Nou. Podía sentirse el furor de los 96.905 espectadores que visitaron el estadio ese día, 96.905 almas que, tal vez, apostaron una semana de su vida ese sábado, 96.905 problemas, 96.905 pasiones concentradas en el mismo lugar, en el mismo partido de fútbol. 96.905 personas serían historia. Antes de pasar por la boletería, Iñaki se persignó; Antoni, por su parte, hizo lo mismo. Dios no estaría interesado en ese evento, pero habría ángeles jugando en esa cancha de fútbol, e imágenes demoníacas vestidas de blanco, tratando de marcar para el Real Madrid. Había mucho en juego esa noche. Ambos entraron a las instalaciones del estadio de fútbol más grande de Europa y se perdieron entre la multitud.

Pasaron cerca de 2 horas y media, y todos salían del estadio. Entre la masa, podían ser vistos. Ahí estaban Iñaki y Antoni: parecían personas totalmente distintas a las que habían entrado al Camp Nou hacía un rato. Iñaki tenía frío y quería vomitar pero sonreía, y Antoni era una persona feliz. Barcelona había ganado tres a cero y, a pesar de que el pronóstico de Antoni no había sido perfecto, el no podía sentirse más alegre.

La noche pasó y, al otro día, Antoni despertó. Yo no recuerdo el clima del 21 de noviembre de ese año -ni en Santiago ni en Barcelona-, pero Antoni no necesitó mirar el cielo para saberlo y recordarlo por siempre, porque para él salió el sol y fue un día hermoso. Apenas abrió los ojos, Antoni se sintió agradecido por poder vivir ese domingo y creyó que el sábado 20 de noviembre del año 2004 había sido el mejor día de su vida.

lunes, 16 de marzo de 2009

Tal Para Cual

Míralo: Ese, el de la camiseta negra, tirado en el pasto ahí abajo. Sí, ese. Se llama Luis, yo era su mejor amigo. ¿Lo viste?

En un día despejado, que ya se volvía noche, yo le presenté a Mónica. Nunca creí que se llevarían bien, mucho menos pensé en lo que pasaría después. Ya sabes lo que pasó. ¡Son tan felices! Me encantaría que Mónica no sufriera. Tú puedes ver lo feliz que está ahora y yo no quiero ser un aguafiestas, pero tú lo sabes: dinero es dinero.

Míralos. Sí, ella es la que está a su lado, se nota que lo ama. Nunca me expliqué el éxito de Luis con las mujeres. Es una lástima que no tenga la misma suerte en los negocios. ¡Míralos, hombre! No puedo creer que estén aquí, frente a mi propia casa; serían una excelente pareja; Es una lástima que el bastardo me haya fregado con los cheques. Tú me conoces, sabes que no disfruto con esto; los amo, tú sabes que los amo, pero no puedo fallarle al jefe. No puedes imaginar el dolor que siento, pero esto tiene que ser así.

No tengo el valor para hacerlo. Aquí está el maletín. Son billetes grandes, te lo aseguro, ya lo corroborarás; luego te entregaré los pasajes de avión. Ahora, aprieta el gatillo y terminemos con esto.

viernes, 13 de marzo de 2009

NO LLORES AHORA

No llores ahora, que me enredas el alma. Mañana, ella vendrá. Reza porque no te encuentre así: lloriqueando como marica y haciéndome llorar también a mí. Tú me lo has contado, a mí, que no sé nada. Tú buscabas consejos y yo sólo te presté mis oídos, para que te oyeran, y luego mi cuerpo, para recibir tu abrazo de angustia. Por favor no me agradezcas.

Ahora no; no llores ahora ni me abraces. Me declaro incapaz de darte un consuelo decente: Al primer contacto me uniré a tu llanto, que es lo único que siento, pues si he conocido realmente el amor y el dolor en la vida, ha sido por tus relatos sangrantes. Es demasiado el favor que me haces al contarme tu historia, no cuentes conmigo, no soy nadie. Alma en pena, no vengas a mí.

Vete a dormir, no llores esta noche; ya vendrán otras lunas para recibirlas sufriendo o volver a reír. Mañana ella vendrá con nosotros, no vendrá sola y lo sabes; yo sé que no te gustará tener los ojos de vidrio cuando llegue el momento, la oportunidad de cambiar tu retorcido destino. Olvida ese dolor que te encierra y libérate. No puedo ir más allá de las palabras. Tan sólo limpia tus ojos: será sólo un día. Luego, te juro que estaré a tu lado y podremos llorar los dos juntos, todo el tiempo que quieras, como amigos.

viernes, 6 de marzo de 2009

Retrospección

Consuelo era encantadora. Solíamos conversar tardes enteras. Nunca me cansé de ella, y ella siempre oía con paciencia todo lo que yo tenía que decir. Yo hablaba de esto y de aquello, creyendo que cada cosa que me sucedía era de suma importancia. Ella lucía siempre humilde y sumisa, su piel era melancólicamente pálida. Venía al parque con esos enigmáticos anteojos oscuros puestos y pocas veces se los quitaba. Cada vez que tuve la oportunidad de ver sus ojos quedé inexplicablemente perplejo, tentado, maldito, mientras mi boca continuaba hablando idioteces. Su cabello era claro y resplandeciente; yo lo confundía con el cielo cuando el sol empezaba a ocultarse. A pesar de mi verborrea incansable, ella tenía la habilidad de hablarme: Me hablaba de sus amigas, su casa, sus problemas, su gato, su vida. Cada palabra, cada sonido que su boca reproducía era un monumento a la sencillez, quizás también a la inocencia: La inocencia de quien podía haberlo tenido todo y que, sin embargo, se encontraba allí conmigo, compartiendo sus desventuras. Claro que yo no notaba eso entonces. Tal vez estaba perdido en su mirada; tal vez pensé que ella nunca se iría. Un día nublado, ella no vino a verme, ni al siguiente, ni en todo ese año, ni en este. Cada día en que ella no estaba fue un martirio. Hoy dejé de esperarla. Tal vez ella comprendió por fin que yo era un pendejo, un tonto maravillado simplemente por una apariencia de mujer perfecta. Quizás las descubrió: su perfección, su belleza. Tal vez pudo verlo todo y corrió a buscar su verdadero destino. Ese destino que no habría podido encontrar conmigo en ese banquillo de plaza. Ese destino que yo y mis problemas de niño insignificantes no habríamos podido divisar jamás. Sé que no volverá. Su lugar nunca debió ser ese parque, a la sombra del árbol. Sólo deseo que se encuentre bien.

lunes, 2 de marzo de 2009

Payaso

No por el dinero, sólo por amor al arte,
el payaso puso fin a su actuación.
Ni aplausos ni risas eran los de antes;
todo había cambiado, también su traje y su voz.

El payaso cumplió, se despidió y corrió
sin la rapidez de antaño, para salir de escena.
Luego se encerró, solo, en el tocador
para despejar su rostro con agua sucia y crema.

No tardó en salir sin su maquillaje
y acudió al llamado del dueño del circo.
Ya juntos los dos, el jefe dijo con coraje:
“Buena presentación, tengo que decirlo,
pero ya sabemos que no eres el de antes;
ve a buscar tus cosas, quedas despedido;
te dará tu cheque la señora Carmen.
¡Suerte! ¡Que Dios ilumine tu destino!”

El payaso siguió las órdenes del hombre
y de forma humilde se despidió de todos.
Se alejó del circo en un bus enorme,
para que un mago joven ocupara su trono.

Llegando a su casa las lágrimas brotaron,
no podía ocultar que estaba destrozado.
Ahora debía esconderse para ser olvidado.
Cuarenta años de circo eran parte del pasado.

Se acabó la función junto con el verano
y las fotos de su hogar tenían sabor amargo:
Días llenos de risas, una familia feliz;
ilusiones fantasmales que dejaron de existir.
¿Qué le esperaría por el resto del año?
¿Todo se quebraría, como lámina de mármol?
Sólo el lo sabía, lo sabe y lo sabrá,
un día partió hacia el norte y no lo vimos más.

viernes, 23 de enero de 2009

Fading

No cortes, no me dejes, sólo quédate ahí, desde donde estás sintiendo mi susurro. No me importa lo terrenal, sé que lo entiendes, yo te amo a ti, a esta inmensidad que nos separa y a esta maldita interferencia que es todo lo que tengo ahora de ti, y que me hace sentirte aún más lejos, dulce interferencia, dulce incertidumbre. No puedo oírte ni puedo saber si me hablas, yo te estoy hablando, aunque tus oídos no me escuchan, pero tu sabes que estoy aquí, y que en cierta forma siempre he estado contigo, que tú sigues siendo alguien y que somos algo. Somos algo aún. En mí vive la esperanza de que sepas que estoy contigo. Desde la inmensidad de lo tangible estoy contigo. No quiero perderte. Jamás desaparezca este zumbido incesante, jamás deje de separarnos la eternidad, jamás termine la última transmisión, así tenga que yacer por siempre siendo esclavo del mismo sonido, tu incierto silencio cada vez más pleno. Hasta que llegue mi momento, antes de ti. Antes de ti. Déjame soñar. Oigo en el vacío y no sé si estás aún, pero aún eres, siempre serás, porque siempre estaré contigo en cualquier forma. Déjame tener esa certeza.

No te vayas, no te vayas, dame hasta tu última palabra, tu último latido, tu última molécula de aire, el último vuelo de tus veintiún gramos de alma, y una vez que ese dolor inefable haya pasado por mí, sé que me observarás, hasta que sea mi turno y el último oído que me haya escuchado empiece a olvidarme. Entonces estaré contigo más que nunca y nada nos separará por fin, déjame tener fe en que algo saldrá bien. Quiero creer que me escuchas. Déjame creer que no me has dejado para siempre. Déjame soñar.

jueves, 15 de enero de 2009

Comunión

Nos dijeron que viviéramos al compás de los otros, que así nos esperaría un esplendoroso futuro. Cinco años pasaron y jamás te dejé, ni tú a mí, ni siquiera mis ojos desde los tuyos emprendieron vuelo. Los otros nos miraban, sin entrometerse entre nuestras miradas, se retorcían en su miseria, sabían quienes éramos. Te juré sin palabras que jamás te dejaría e intenté cumplirlo, solo contra todos ellos. Pero lograron alejarme de ti, me abatieron y te perdí. Otro día desperté. Sólo había vacío alrededor. No estabas tú, ellos estaban ahí, pero yo estaba sólo. Ellos dijeron que yo sería feliz si te olvidaba, me amaban, ellos me amaban. No les puse atención a ellos, ni al tiempo que destruía todo lo que podía ver. Como sólo me rodeaba el vacío, sólo después de muchos minutos pude darme cuenta de mi ceguera, había perdido mis ojos. Supuse que por eso no podría estar contigo jamás, tampoco podría llorar por ti ni buscarte. A la sombra del limbo sólo me tuve a mi, mis promesas rotas y a ese universo que sólo tenía sabor a ti. Deseé estar sordo también para no escucharlos hablar de amor, y perder el gusto para no saborear el vacío en el universo. Sólo deseaba volver a ti, y ellos, al verme tan triste, al amarme, sólo me llevaron hacia ti, así de simple fue todo. Hasta que por fin estuviste conmigo sólo quise verte, hasta que me ubicaron donde todo había terminado para nosotros, tú estabas ahí. Pude sentir mis ojos otra vez, siempre habían estado contigo, nunca se alejaron de los tuyos, tus ojos tan hermosos que pude ver de nuevo, y cada vez pude ver más hasta que nos unimos y fuimos el universo los dos, el universo que siempre fuiste tú para mí. Y nunca volví a verlos a ellos, ni a los otros, ni otra cosa que no fuéramos tú y yo, sólo tus ojos, el universo, sólo tú y yo.

El Final será Feliz

Deja de sufrir, descansa corazón,
el final será feliz, yo te lo prometo,
ahí estaré, fundiendo todo mi amor
en un eterno, imborrable y gran "Te quiero".

Yo no olvidaré tus lágrimas al Sol
que no alumbra nada en este breve firmamento.
Nadie te librará de mi furtiva bendición;
olvida desengaños, llantos y lamentos.

Haré que vueles libre, como un ruiseñor,
parecerá lejano hasta el más mínimo tormento.
De mi impagable deuda, hoy abono esta canción,
aunque pague lo que pague, sé que seguiré debiendo.

Tú gratificaste mis momentos con humor
y me llenaste de ira cuando tuviste que hacerlo.
Nuestra dura historia y tu ímpetu de gladiador
tendrán un final feliz, yo me encargaré de eso.

Iluminas muchos versos con tu sencillez,
sin querer eres farol en esta noche negra.
En tu gran aventura, soy un sabueso fiel
que trae un final feliz para está gran odisea.

No lo olvides nunca, jamás me vas a perder,
ni siquiera la muerte me alejará de tu silueta,
cuando la noche se perpetue, la oscuridad seré
y seré tu misma sombra cuando la luz haga presencia.

Las noches serán tranquilas bajo un manto de cometas,
los momentos serán tan dulces que parecerán de miel,
el final será feliz, desaparecerán todas las penas,
el universo brillará y tú lo harás también.

Perdona las amarguras, los odios, mis ofensas,
todo desaparecerá, será perfecto esta vez,
este poema no es igual a todas mis promesas,
el final será feliz. Este juramento no lo romperé.

Fin

"...Y fueron felices para siempre." enunció milagrosamente una voz divina, ignorando que el cuento de hadas tenía que terminar.