lunes, 17 de noviembre de 2008

AL FINAL DE LA FILA

Al final de la fila estamos, esos somos, los últimos.
Sí, es así, no habrán segundas lecturas, nunca más.
No, no sentimos vergüenza de estar y sentirnos únicos,
vergüenza habría si fuésemos iguales a todos, quizás.

Al final de la fila, por sentir demasiado, por distinguirnos,
porque alguna vez te invitamos y dijiste “No”,
pero no nos cansamos, y nunca nos viste arrepentidos,
tal vez porque nos acostumbramos a tu indecisión.

Y así, junto a los míos, yo sigo mi infinito recorrido,
con mi papel de reparto, el de un punky sentimental,
sin primeros planos ni maquillaje, sólo modales sencillos
y sabiendo que soy mal mirado por ti y tu sociedad.

Cómo me encantaría que vinieras aquí, conmigo,
para que abras los ojos y veas que no es malo estar al final.
“Los últimos serán los primeros”, cierto personaje dijo,
él estaba equivocado, estamos al final, este es nuestro hogar.

No, no me arrepiento de mis cuestionables decisiones,
tampoco me arrepiento de haberme entregado a la austeridad.
Yo, nosotros, todos conocemos tus pobres temores,
esos, de bebé mimado, al sentimiento oculto en la oscuridad.

Llámame loco, si mis acciones son propias, según tú, de un loco;
por ahora me conformo con mi lugar en tu fila y con no estar solo.
La única certeza es que no renunciaré a esta eterna espera:
esa, bajo el sol, mientras la gente avanza y jamás se queda quieta.

Nuestras soberbias almas sumidas a esta humilde travesía;
la ironía de tu felicidad contra el orgullo de mi hidalguía;
tu incapacidad de posar tus ojos en la dualidad de nuestras vidas;
tu destino, mi incertidumbre; tú, al principio; yo, al final de la fila.

Al final de la fila, porque nunca tendremos prisa.
Al final de la fila, y siempre en el punto de mira.
Al final de la fila, como el tronco que flota a la deriva.
Al final de la fila, por la sencillez de la vida.

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