domingo, 2 de noviembre de 2008
Dos
Observarte cada día, cada semana, cada mes, cada año que pasa, cada infinidad de tiempo, observarte en cualquier circunstancia, interactuar contigo, discutir y callar y soñar y sufrir, todo es para mí un dulce e intenso fracaso, una y otra vez, infinidad de veces. Mis medallas oxidadas y maltratadas por el tiempo, y que sólo son divisadas por ti, y que son despreciadas por la misma persona; mi máscara de indiferencia y celestial calma, que frente a ti se rompe y deja a la vista la debilidad del ser humano, mi debilidad; mis palabras que son sólo para sorprenderte, maravillarte en el más fabuloso de los casos, pero que aún así pueden no significar nada para ti, o tal vez te lo muestran todo y lo asumes en silencio, pensando que estoy loco. Una y otra vez y otra vez y otra; nada, nada y nada. Frente a ti ya no puedo fingir, no puedo estar en calma, no puedo ser frío, no puedo dejar de sentir, porque no me arrepiento de lo que soy, ni de los calificativos que puedas tener para mí, tampoco me arrepiento de haberte visto una vez y no poder despegar mis ojos de ti, no me arrepiento de que cada día sea una arriesgada travesía ni de que mi vida sea una silenciosa ruleta rusa; es más, me enorgullezco, me enorgullezco de mi fracaso, de mi pasión, me enorgullezco de cada ocasión en la que he mordido el polvo por ti, me enorgullezco de ti, de mí, de lo que somos, de lo que no somos, de lo que podamos ser o no ser; seremos dos mientras estés conmigo y yo pueda sentir lo que siento por ti, ojalá por siempre, ojalá por siempre, una y otra vez, todo el tiempo posible, mientras seamos dos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario