martes, 16 de agosto de 2011

Cuático

Soy hombre muerto. Ahí viene. Cagué.

Para qué levantarse del asiento, estoy condenado. Es que nunca puedo tomar el control de mí mismo… quizás debería tomarme las pastillas que encontré el otro día… si no, nadie se las va a tomar y sería un desperdicio, no sé… Para qué fingir que estoy ocupado, si de todos modos va a venir… para qué mirarla, si se va a cruzar delante de mis ojos súbitamente y sin remedio, porque nada malo puede pasarle, porque no tiene culpa de nada, porque lo hizo todo bien. Para qué huir, si es inútil, si va a volver a pasar de todos modos. Mejor la enfrento, mejor la espero con firmeza y asumo la gravedad del presente inexorable… Prefiero ponerme rojo una vez que naranjo treinta veces. No va a ser más de un minuto… y luego tal vez seré libre, o no. No. ¿Y qué? ¿Acaso tengo alguna alternativa? ¡Mierda!

-¡Hola!
-Buenas, ¿Cómo estás?
-¡Súper bien! ¿Y tú? ¡Tanto tiempo!
-Bien…
-¡Oye! Estoy apurada, pero tenemos que vernos un día de estos… ¡Tengo un montón de cosas que contarte!
-¿Ah, sí? ¿En serio? Sí… yo también… bueno, por ahí hablamos con más tiempo… que estés bien…
-¡Chao! ¡Cuídate mucho, te quiero!
-Hasta la próxima… yo igual, nos vemos…

Ya se va. Mierda. Estuvo cerca. Un día de estos, lo dejo todo botado y, qué sé yo… me voy a México… ¡Bravo! Me parece un buen plan… sí, me voy a México...

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