sábado, 27 de septiembre de 2008

La Tostada Más Bella

Parece una broma el hecho de que hasta hace unas horas, yo no hubiese sospechado nada. Me parece un chiste recordarlo todo y creer que nada tuvo sentido, que todo fue repentino, que hasta este momento no entiendo lo que pasó. Por mi mente han pasado todos los momentos de aquel día, unas mil veces he visto cada detalle. Me río, quizás por la tristeza o por la nostalgia al pensar en esos últimos momentos perdidos en el tiempo. El día comenzó cuando me levanté de mis blandos aposentos, exaltado por los intensos dolores en mi pecho, mas no les di importancia, continué llevando a cabo mi rol en la obra teatral llamada “Rutina”. Al salir de mi cuarto encontré en la mesa de comedor cosas que me sorprendían, estaba servido el desayuno y, obligado por la cortesía, tuve que sentarme, sabía que el desayuno era para mí, ya que había café y pan; no era uno de esos desayunos fastuosos e inacabables que solían comer los demás integrantes de la familia. Era un café y cuatro tostadas. Bebí el café sin saborearlo y luego, empujado por un apuro sin razón, decidí que sólo comería una rebanada de pan, escogí la más bella y salí de inmediato por la puerta de mi casa masticándola aún, antes de llegar a la primera esquina, la magnífica tostada yacía degradada en mi estómago. Me sentía extrañado, era como si fuera sólo un espectador de mis propias acciones, me llene pronto de muchas interrogantes: ¿Por qué había salido de mi casa apurado sin haber saludado a nadie, sin haberme despedido?, ¿Qué hacía caminando por la calle en la mañana de un Martes, dejando de lado mis obligaciones, vestido todavía de pijama?, y ese dolor en mi pecho regresando para hacer daño, y yo, que realmente no entendía nada, y el extraño recuerdo de cuando escogí la pieza de pan más bella. Aún no sé por qué no me planteé en ningún momento la opción de dar marcha atrás y volver a casa, sólo se me presentaba la idea de seguir caminando, descubriendo lugares desconocidos. Al pasar cerca de una pileta vi un grupo de niños pequeños, que jugaba, con la alegría inocente de quienes no saben de preocupaciones.
Seguí caminando mientras veía pasar por mi mente la escena del desayuno que había consumido y la tostada que había elegido por sobre las otras, volvía ese recuerdo a mi mente cada vez más frecuentemente, mientras el dolor del pecho se hacía ya insoportable. Había perdido la noción del tiempo, probablemente habían pasado ya muchas horas, quizás ya había pasado la hora de almuerzo, entonces intuí que no volvería a casa y me sentí arrepentido por no haberme despedido de mis familiares, además estaba perdido, en ese momento noté un cambio en mí, como si hubiese retomado el control de mis actos, pero no había caso, el dolor de mi pecho era estrangulador, ya conocía el final de la historia. Quisiera descifrar mi relato, camarada, pero no hay explicación para los sucesos anteriores, tampoco para lo siguiente. Me sentí encarcelado por el dolor, mientras mi corazón buscaba la salida de mi cuerpo terrenal y mi mente recordaba la hermosa marraqueta que mi boca saboreó durante la mañana. Llegué corriendo a los campos de cultivo, me sentí abrumado por el Sol, el viento, los trigales que chocaban entre sí, ¡El Calor!, yo estaba ahogado, el causante podía ser la temperatura del ambiente o talvez ese intenso dolor que me acompañaba desde hacía un buen rato, o ambas cosas. Dejé de correr cuando divisé el canal de regadío a unos pasos de mí, lucía tan sucio y turbio como yo. Inicialmente lo dudé, pero luego estuve de acuerdo conmigo mismo en que sería un buen final para todo esto, así que corrí como no habría podido hacerlo nunca antes, a la vez que mi corazón me dedicaba su último latido y mi pulmón derecho, con mucho esfuerzo, se despedía con el último suspiro. Lo último que recuerdo de esa dimensión es el tsunami de emociones perdidas qué provoqué en el diminuto canal, un contraste prodigioso, y el sabor de ese último pedazo de pan, el más bello, la última sensación que podré recordar, el último bocado real de vida que pude escoger y sentir.

No hay comentarios: